INT. / CASITA DE DON EDUARDO / NOCHE
Don Eduardo llega a su casa. Doña Chole lo recibe muy preocupada.
Doña Chole: ¡Ay si quiera llegas compadre! Tu chamaco está rete enfermo, arde en fiebre.
Don Eduardo (asustado): ¿Cómo que Angelito se enfermó?
Don Eduardo se adentra más a la casa, viendo al niño acostado sobre la cama, pálido y sudando. Toña le está poniendo paños de agua para bajarle la fiebre.
Don Eduardo (muy preocupado): Angelito, hijo. ¿Qué te pasa? ¿Qué tienes?
Angelito: Papito, estoy muy enfermo. Me duele todo el cuerpo, no me siento bien. Casi ni me puedo parar.
Toña: Estaba jugando con Marquito, el hijo de Elvira y El chúmale cuando se desmayó. Luego lo trajimos pa’ acá y se despertó, pero no le baja la fiebre ni aún poniéndole paños.
Don Eduardo: ¡Dios mío! (Le toca la frente al niño). Está bastante afiebrado. Yo que le había traído el coche de juguete que le había prometido ayer pa’ que se pusiera contento y me encuentro con esto (Mortificado).
Doña Chole: ¿Qué piensas hacer compadre? No puedes dejar al niño así de enfermito. ¿Por qué no te lo llevas a un hospital?
Don Eduardo (sorprendido): ¿Hospital? ¿Cuál hospital comadre? Todos deben valer rete harta lana. Ten por segurito que llevo al niño y no me lo atienden.
Toña: ¿Y por qué no lo llevamos al hospital de sus patrones don Eduardo? Usted ha dicho que ellos son buena gente, a lo mejor atienden a Angelito de gratis. Mire que me dieron trabajo de enfermera y sólo porque usted me lo recomendó.
Don Eduardo: No Toña. Allá no puedo llevar a Angelito. Se me caería la cara de la vergüenza aparecerme en ese hospital como si nada. Yo no quiero que los señores Salvatierra me tomen por aprovechado.
Doña Chole: ¡Ándele compadre! ¿Pos que prefiere? ¿Que se le muera de fiebre el chamaco? Llévelo al hospital ese. Y por si le llegan a la cobrar algo, les dice a sus patrones que se le descuesten de su sueldo.
Don Eduardo mira indeciso a Doña Chole y Toña, pero más le angustia ver lo enfermo que está el niño.
INT. / MANSIÓN ARISMENDI, COMEDOR / NOCHE
Aurora está cenando con Alberto.
Alberto: Veo que contrataste nuevo personal.
Aurora: ¿Lo dices por Mario, el mayordomo? Sí, lo contraté hacia varios años. Al principio no estaba muy convencida de recibirlo en esta casa, pero le di la oportunidad y desde eso, ha sabido ser un excelente trabajador. Claro que tuve que pagarle clases de conducción para que aprendiera a conducir.
Alberto: A mí no me da buena espina. No sé, me parece un mal tipo…
Aurora: Las impresiones a veces no son suficientes. Ya podrás conocerlo mejor. Y cuéntame hijo. ¿No dejaste alguna novia en Houston? (Le sonríe pícara).
Alberto: La verdad no, mamá. Todos estos años sólo me concentré en mi carrera de químico biólogo, aunque no te puedo negar que tuve mis admiradoras (sonríe pícaro), pero a ninguna le hice caso.
Aurora: Me siento tan orgullosa de ti Alberto. Eres un hijo ejemplar, ya quiero alardearles a todas mis amigas que uno de mis hijos es químico biólogo, graduado de una universidad de Houston. Ya quiero ver tu diploma, mi amor. ¿Y en dónde piensas presentar tu currículum?
Alberto: He pensando en ir primeramente al hospital Salvatierra.
Aurora (sorprendida): ¿El hospital Salvatierra? ¿Y por qué precisamente ese hospital?
Alberto: Porque es uno de los mejores hospitales de la ciudad, uno de los más grandes. Debe haber muchas vacantes disponibles y es posible que Irma pueda recomendarme con sus padres.
Aurora (nerviosa): ¿Irma? ¿Todavía te acuerdas de ella o es que pretendes buscar empleo en ese hospital para encontrarte con alguien más? (Habla muy seria).
Alberto (extrañado): ¿A qué te refieres, mamá? ¿Con quién más podría encontrarme en el hospital Salvatierra?
Aurora: Con la negra esa de Sara, por ejemplo. Me imagino que a pesar de todos los años que han pasado, sigues recordándola. Pues déjame decirte algo Alberto, esa muchachita debe estar lejos de aquí, debe andar desamparada por el mundo.
Alberto: ¿Por qué dices eso? ¿Qué sabes de Sarita?
Aurora: (con burla) El esposo de tu querida prima Sarita falleció hace poco más de seis años. Me enteré también que su hijo lo robaron del hospital. Como verás el tal Carlos sufría del corazón y la pérdida del chamaco ese, le causó la muerte. Pobrecito (niega con la cabeza).
Alberto (intrigado): ¿Y qué ha sido de ella? ¿En dónde está viviendo?
Aurora: Eso no lo sé hijo. Lo que sí te puedo decir es que debe estar haciendo su vida lejos de esta ciudad, seguramente fue a buscar trabajo en los Estados Unidos como alguna ilegal, o peor aún, subsistiendo como una vulgar prostituta.
Alberto: ¿Qué estás diciendo? ¿Cómo es posible que hables así de Sara? ¿Acaso te consta que sea una prostituta? ¿Te consta? (Molesto).
Aurora: Claro que no, pero es lo más seguro. Sólo es cuestión de sacarlo a deducción. ¿De qué más podría estar viviendo una muchacha como ella, sin rumbo fijo, sin dinero? Piénsalo.
Alberto: Pero no dejan de ser simples suposiciones. Ten cuidado con lo que hablas mamá. Es importante controlar la lengua algunas veces. Buenas noches. Iré a descansar.
Alberto se retira algo molesto del comedor por la plática con Aurora.
INT. / HOSPITAL SALVATIERRA, OFICINA DE DON OCTAVIO / DÍA
Don Octavio está sentado en su escritorio, al frente de él se encuentra Alberto, quien también está sentado. Don Octavio lee el currículum de Alberto.
Don Octavio: (terminando de leer) Listo… Creo que he leído suficiente. Veo que a pesar de ser un recién graduado, tienes el potencial para quedarte con el puesto de químico biólogo en el hospital.
Alberto (feliz): Me alegra escuchar eso. Vine para buscar la oportunidad aquí primeramente porque sé que su hospital es uno de los mejores de la ciudad y cuenta con muchos profesionales en medicina.
Don Octavio: Por eso mismo, como lo acabas de decir, aquí sólo queremos el mejor personal médico para todos nuestros pacientes sin excepción. En estos momentos, el hospital escasea de químicos biólogos y teniendo en cuenta que eres graduado de una universidad en Houston y estás bien capacitado, podría considerar en darte el trabajo.
Alberto: ¿Entonces qué decisión tomará finalmente Doctor Salvatierra?
Don Octavio: (sonriendo) Bienvenido al Hospital. Eres el nuevo químico biólogo Alberto.
Los dos se levantan al mismo tiempo y se estrechan las manos.
Alberto: Muchísimas gracias Doctor. Créame que me desempeñaré lo mejor posible para que no se arrepienta. Mañana mismo estaré aquí comenzando con mi trabajo. Es un placer hacer parte del equipo médico de su hospital. Tenga un buen día.
Don Octavio: (entregándole el currículum a Alberto) Igualmente.
Alberto sale bastante contento de la oficina de don Octavio. En eso, sube al ascensor del que se baja una mujer con muy buen porte. Es Sara, quien pasa de largo sin ni siquiera percatarse de Alberto. Éste tampoco presta atención en ella y entra al ascensor. Sara entra en su consultorio, donde la espera una señora con un niño.
Sara: (sonriendo) ¡Hola señora Mariela! ¡Hola Juanito! ¿Cómo están? ¿Qué los trae por aquí? Me dijo mi secretaria que estaban esperándome desde hacía rato.
Señora: Buenos días Doctora, no se preocupe. Sabemos que está bastante ocupada con el evento de niños con cáncer que está organizando.
Sara: Así es. Espero que asistan. Va a ser un evento entretenido para todos los niños que hayan ganado la batalla o que todavía estén en ella. Pero díganme, ¿qué le pasa a Juanito que está tan serio?
Juanito: Me duele la garganta Doctora Sara, me duele mucho para comer.
Sara: ¿A sí? Bueno, pues siéntate en la camilla y abre bien grande la boca, diciendo “Ah” que ya iré a mirar que tienes. Te prometo que si me haces todo lo que digo, te daré una paleta deliciosa al finalizar la consulta. ¿Estás de acuerdo?
Juanito (emocionado): ¡Sí!
INT. / MANSIÓN ARISMENDI, COMEDOR / DÍA
Aurora está tomando su té en el comedor de la mansión. Lo bebe con mucha elegancia, mientras cruza las piernas. En eso, entra Mario.
Mario: Te vengo a traer la correspondencia mi princesa (Pone todo el correo sobre la mesa).
Aurora (molesta): ¡Imbécil! ¿Cuántas veces te he dicho que no me hables con esa confianza, menos ahora que mis hijos viven aquí de nuevo? ¡Lárgate!
Mario se molesta por la actitud tan déspota con la que Aurora lo trata y se retira del comedor. Ella toma todo el correo y va pasando de sobre en sobre.
Aurora: Cuentas… cuentas, facturas, cupones… (Toma una invitación que acaba de llegarle del Hospital Salvatierra). ¿Una invitación? ¿Para qué será?
Aurora rasga el sobre y saca la invitación.
Aurora: (leyendo) “Está usted invitada a un evento de niños con cáncer, que se llevará a cabo esta noche en el Hospital Salvatierra a las siete de la noche. Agradeceríamos su asistencia al evento. Atentamente Antonia Salvatierra” (Termina de leer) ¿Antonia Salvatierra? ¿Quién será? Irma nunca me mencionó de una tal Antonia hace años.
En eso, llega Alberto.
Alberto: Hola mamá (La besa en la mejilla).
Aurora: Hola hijo. ¿Cómo te fue? ¿Te dieran trabajo en algún hospital privado?
Alberto: Afortunadamente sí, mamá y en el Hospital Salvatierra. Me entrevistó don Octavio Salvatierra, el dueño y padre de Irma. No ha cambiado mucho, de inmediato lo reconocí.
Aurora: (sonriendo forzada) ¡Qué bien por ti, mi amor! Felicidades. ¿Y cuándo comienzas?
Alberto: Mañana mismo.
Aurora: ¿Y no te encontraste con Irma?
Alberto: La verdad no. Recuerdo que ella estudiaba oftalmología, pero como no volví a saber nada de ella, no sé si terminó esa carrera o se cambió por otra.
Aurora: (un poco más aliviada) Me parece perfecto. Precisamente acaban de enviarme una invitación de ese hospital para… un evento de niños con cáncer. Es esta noche. Ya que eres el nuevo químico biólogo, lo correcto sería asistir como tu prestigiosa madre.
Alberto: Yo puedo llevarte, si quieres. También me gustaría asistir.
INT. / HOSPITAL SALVATIERRA, CONSULTORIO DE SARA / DÍA
Sara está trabajando en su computador personal. En eso, tocan la puerta.
Sara: Adelante.
Irma: (entrando al consultorio) Hola Sara.
Sara: Hola Irma. Entra, siéntate. ¿Ya te encargaste de enviarle la invitación a mi tía Aurora?
Irma: (sentándose al frente de Sara) Sí, esta mañana lo hice. La invitación de ella fue especial, ya que como lo planeamos, cambiamos tú nombre de remitente por el de “Antonia Salvatierra”. ¿Crees que sí asista?
Sara: Claro que sí, pero no lo hará por ser un evento de niños con cáncer, sino por hacer acto de presencia y alardear que es una mujer fina y distinguida. Si tan sólo supiera lo que le espera esta noche frente a sus hijos, si es que asiste con ellos…
Irma: Esperemos que sí salga todo tal cual como lo tienes planeado. ¿Y qué seguirá después?
Sara le sonríe a Irma con picardía. Las dos se miran con complicidad, como si entre ambas existiera un misterio.
INT. / HOSPITAL SALVATIERRA, SALÓN / NOCHE
Llega finalmente la noche. El salón principal del hospital está repleto de personas, decorado con pancartas, serpentinas y niños que se divierten, jugando y riendo con algunos actos de payasos y marionetas. Alberto, Roberto y Aurora están presentes. Mientras Alberto y Aurora platican con algunas personas, Roberto conversa con Toña, por los pasillos del hospital. Ella tiene puesto su uniforme de enfermera.
Roberto: (sonriéndole seductor) ¿Entonces trabajas en este hospital de enfermera? ¡Qué interesante!
Toña está fascinada con Roberto.
Toña: Pues sí, hace ya como dos años. El compadre de mi amá me recomendó con los dueños del hospital y como él trabaja de jardinero en la casa de ellos, entonces confiaron en mí. ¿Y tú en qué trabajas?
Roberto: Por el momento en nada. Recién regresé de Houston, en Estados Unidos.
Toña: ¿A sí? ¿Y qué estabas haciendo por allá tan lejos?
Roberto: Estudiando, pero no hablemos de mí. Más bien hablemos de ti. Me imagino que debes tener novio, una chica tan guapa como tú no sería para menos.
Toña (avergonzada): ¡Pues no! No tengo novio. Gracias por el cumplido. Es que por el momento no me interesa, ahora me quiero concentrar en mi trabajo y darle mejor vida a mi amá.
Roberto: (apartándole el cabello del rostro) Pero para todo hay una primera vez. ¿Sabes? Yo tampoco tengo novia, estamos a mano. Creo que tenemos muchas cosas en común.
En el evento, Don Octavio sube a la tarima y toma el micrófono.
Don Octavio: Atención, por favor.
Todos los asistentes se quedan en silencio para oír a Don Octavio. Aurora mira su lujoso reloj de muñeca y se retira.
Don Octavio: Antes que nada, quiero agradecerles a todos que hayan aceptado la invitación a este conmovedor evento que está dedicado para todos aquellos niños que se han visto víctimas de una enfermedad tan terrible como lo es el cáncer…
Mientras Don Octavio sigue hablando, Aurora ingresa a los baños. Se para frente al gran espejo, saca de su bolso la caja de rubor y se aplica en los pómulos.
Aurora: (maquillándose) La verdad es que este evento está aburridísimo. Qué idiotez más grande, ni que fuera la gran cosa. Una mujer tan distinguida como yo, aquí…
En eso, la puerta del baño se cierra desde afuera. Aurora se extraña, vuelve a meter su maquillaje en el bolso y se dirige a abrir, pero le es imposible. La puerta tiene tranca.
Aurora: (golpeando) ¿Está alguien ahí? ¡Abran, estoy aquí encerrada!
De repente, las luces del baño comienzan a parpadear. Aurora, por alguna razón se siente nerviosa y una neblina espesa comienza a invadir el baño.
Aurora (aterrada): ¡Sáquenme de aquí! (Golpeando más fuerte la puerta). ¡Sáquenme!
En el evento, don Octavio sigue hablando a través del micrófono.
Don Octavio: Sin embargo, la creadora de este enternecedor y caritativo evento es nada más y nada menos que mi nuera…
Y justo cuando Octavio iba a decir el nombre de Sara, se oyen los gritos desesperados de Aurora desde uno de los baños cercanos al salón. La gente se extraña.
Alberto: ¡Esa es mi mamá!
Él sale corriendo de allí en dirección al baño. Allí, Aurora comienza a sentir que le falta la respiración, más cuando ve como de uno de los mini baños sale una mujer de cabello negro, descalza, usando un vestido blanco pero manchado de sangre. Esa mujer sostiene un bebé y camina hacia Aurora.
Mujer: (gritando) ¡Devuélveme a mi hijo! ¡Devuélvemelo! ¡Tú lo mataste, me lo tienes que dar!
Aurora (aterrada): ¡Nooooooooooo! (Tocando la puerta) ¡Aléjate de mí! ¡No me toques!
La mujer deja ver el rostro del bebé que sostiene, un rostro totalmente diabólico. Aurora se derrumba en el piso, gritando espantada.
Aurora: ¡Auxilio! ¡Alguien ayúdame, sáquenme de aquí, por favor! ¡Ayuda! ¡Nooooooooooo!
Las paredes blancas del baño comienzan a mancharse de sangre que cae desde el techo. La mujer empieza a reír a carcajadas burlándose de Aurora. Alberto llega al baño, intenta abrirlo pero está bajo llave, por lo que procede a forzar la puerta. Cuando entra al baño, ve a su madre en shock y corre hacia ella.
Alberto: ¡Mamá! ¿Qué fue lo que pasó? ¿Por qué te encerraste?
Pero Aurora no responde. Alberto la levanta del piso y la ayuda a caminar. En eso, llega Roberto con Toña.
Roberto: ¿Qué le pasó a mamá? Oí que estaba gritando.
Alberto: No lo sé, no me lo quiere decir. Está paralizada, fría, pálida… Tuve que entrar a la fuerza al baño, porque la puerta estaba con llave.
Toña: ¡Ay, pobre mujer! Ya mismo iré a llamar a un doctor para que la atienda.
Toña sale del baño para ir a llamar un médico tal y como dijo. En el salón donde se lleva a cabo el evento, Sara se acerca a don Octavio.
Sara: ¿Qué pasó don Octavio? ¿Por qué se detuvo el evento?
Don Octavio: Tal parece que una mujer se quedó encerrada en el baño y se asustó. Iré a ver que pasa. Tú quédate aquí y sigue dirigiendo todo Sarita.
Sara: Claro que sí don Octavio.
Don Octavio se va. Sara enarca una ceja, mostrándose pensativa. En un consultorio, Toña le da un baso de agua a la consternada Aurora que está sentada sobre una silla. Alberto la observa preocupado. Roberto no tanto.
Roberto: (bostezando) ¿Sabes qué Alberto? Ya me dio sueño. Creo que mejor me voy primero para la mansión.
Alberto: ¿Te piensas a ir con mamá en este estado? ¿Cómo eres tan inconsciente?
En ese momento, don Octavio entra. Él se sorprende al verse de nuevo a Alberto.
Don Octavio: ¡Alberto! Pero sí eres tú muchacho. ¿Qué haces aquí?
Alberto: Estoy encargándome de mi madre. Ella era la mujer que se había quedado encerrada en el baño.
Don Octavio se sorprende más al ver a Roberto, pues es idéntico a Alberto.
Don Octavio: (a Alberto) No sabía que tienes un hermano gemelo.
Alberto: Sí, es mi hermano Roberto.
Roberto: Bueno, me voy. Buenas noches.
Toña: (mirando a Roberto ilusionada) Chao Roberto. Qué pases buena noche.
Roberto se va. Don Octavio se queda un poco sorprendido por la actitud tan descortés de Roberto.
Alberto: Disculpe que el evento haya tenido que ser interrumpido. La verdad es que no me imaginé que algo como esto pasaría. Lo siento don Octavio. Si desea, puedo ir ya mismo a pedirles disculpas a todos los asistentes.
Don Octavio: No, no hace falta. Déjalo así. Más bien dime qué es lo que tiene tu madre.
Alberto: Está así desde que la saqué del baño; no habla, no dice nada. Parece como si estuviera cataléptica.
Don Octavio: Debe tener alguna conmoción o shock nervioso. La examinaré. Si para el día de mañana continúa así, entonces tendremos que empezar a preocuparnos y consultar con algún especialista en el área de psicología o psiquiatría para que reaccione.
Alberto mira a Aurora, preocupado. Toña le da a sorbos el agua a Aurora, pero ésta continúa con la mirada ida como si mirara algo más allá que los demás no son capaces de percibir…
BARRIO “LA MOSCA”
INT. / CASA DE DON EDUARDO / AL DÍA SIGUIENTE
Es temprano. Don Eduardo se arregla para ir a su trabajo de jardinero en la mansión Salvatierra. Doña Chole está atendiendo a Angelito, que reposa sobre la cama, dormido pero ardido en fiebre y sudando.
Doña Chole: Ya está bueno compadre. El niño lleva días así y usted ni se inmuta a llevarlo pa’ un hospital a que lo curen o le bajen la fiebre.
Don Eduardo: ¡Ay comadre! Créame que a mí me duele ver a mi chamaquito así, pero no tengo de otra. Ya le compré pastillas, pero nada y usted sabe que a un hospital no lo puedo llevar. Acuérdese que cuando estaba recién nacidito no le mandé a poner las vacunas. El niño ni siquiera tiene papeles y mínimo eso me pedirían.
Doña Chole: ¿Entonces qué piensa hacer? ¡Mire que a este paso se le va a morir! ¿Eso quiere? Llévelo a un hospital, mejor. Ruéguele a los medicuchos esos o hable con sus patrones.
Don Eduardo: No Chole, con mis patrones sí que menos. Ellos ya han sido rete buenos conmigo. Yo no quiero que vayan a pensar que soy un aprovechado. Mejor despiértelo y dele una de esas pastillas.
Doña Chole mueve su cabeza en signo de negación y empieza a despertar con delicadeza a Angelito, pero el niño no despierta.
Doña Chole (asustada): ¡Ay compadre! El chamaco no se despierta. ¡Angelito! (Moviéndolo) Angelito, mijo, despiértate que te voy a dar tu medicina… No se despierta compadre…
Don Eduardo también se asusta mucho al ver que su hijo adoptivo no despierta.
INT. / MANSIÓN ARISMENDI, COMEDOR / DÍA
Alberto y Roberto están desayunando.
Roberto: Hazme el favor, hermanito. Mira que esa chava está bastante guapa y por lo visto, yo también le gusté. Tú que vas a hacer doctor de ese hospital, averigua todo sobre la tal Toña y luego me cuentas.
Alberto (molesto): Yo no entré a trabajar a ese hospital para ser tu detective privado, ni para hacer averiguaciones de las chicas que te gusten. Si tanto te interesó esa enfermera, búscala y relaciónate seriamente con ella.
Roberto: De verdad que cada día amaneces más amargado.
Alberto: Y tú más patán. ¿Crees que no sé tus verdaderas intenciones con esa muchacha? Te recuerdo lo que pasó con Fernanda en Houston.
Roberto (molesto): ¿Por qué tienes que mencionar a esa estúpida? Tú sabes muy bien lo mucho que me costó deshacerme de ella, quitármela de encima.
Alberto: Fue por tu misma culpa. La enamoraste, tuviste relaciones con ella y luego la desechaste como un trapo viejo. Fernanda estaba bastante enamorada de ti y no soportó que la dejaras e intentó suicidarse. Ahora debe estar internada en un hospital psiquiátrico.
Roberto: Por mí se puede podrir en ese manicomio. Era una loca, histérica. ¡Era insoportable! Espero no volver a verla nunca.
Alberto mira con resignación a su hermano. En la misma mansión, pero en el cuarto de Aurora, Panchita está dándole el desayuno. Aurora aún está en shock y recuerda ese momento aterrador, terrorífico que vivió en el baño del Hospital Salvatierra.
FLASH BACK
De uno de los mini baños sale una mujer de cabello negro, descalza, usando un vestido blanco pero manchado de sangre. Esa mujer sostiene un bebé y camina hacia Aurora.
Mujer: (gritando) ¡Devuélveme a mi hijo! ¡Devuélvemelo! ¡Tú lo mataste, me lo tienes que dar!
Aurora (aterrada): ¡Nooooooooooo! (Tocando la puerta) ¡Aléjate de mí! ¡No me toques!
La mujer deja ver el rostro del bebé que sostiene, un rostro totalmente diabólico. Aurora se derrumba en el piso, gritando espantada.
Aurora: ¡Auxilio! ¡Alguien ayúdame, sáquenme de aquí, por favor! ¡Ayuda! ¡Nooooooooooo!
Las paredes blancas del baño comienzan a mancharse de sangre que cae desde el techo. La mujer empieza a reír a carcajadas burlándose de Aurora.
FIN DEL FLASH BACK
En ese momento, Aurora reacciona.
Aurora: ¡Nooooooooooo! (Llorando).
Panchita (asustada): Señora… Por fin reaccionó. ¡Joven Alberto, Joven Roberto! ¡La señora Aurora, vengan!
Aurora: La mujer del baño. Me estaba pidiendo a gritos su hijo… Sara, debe estar muerta y vino del más allá a reclamarme el escuincle que le arrebaté (Llorando aterrada).
Panchita: Por favor cálmese señora, no se altere.
INT. / MANSIÓN SALVATIERRA, COMEDOR / DÍA
La familia Salvatierra también está desayunando y hablan sobre lo sucedido en el evento de anoche.
Doña Claudia (sorprendida): ¿Una mujer encerrada en los baños? ¿Y cómo pasó algo así?
Don Octavio: No lo sé. Lo cierto es que al parecer era claustrofóbica a los lugares encerrados y por esa razón empezó a gritar histérica. Fue tal el desespero que quedó en shock.
Doña Claudia: Dios mío… ¿Y qué mujer era esa? ¿Cuál es su nombre?
Don Octavio: La mujer se llama Aurora Arismendi.
Sara e Irma se miran entre sí cuando don Octavio menciona ese nombre.
Doña Claudia: ¿Y ustedes, hijas? ¿Por qué están tan calladas?
Sara: No se preocupe doña Carmen. No es nada, sólo no tenemos nada que comentar al respecto. ¿Verdad Irma?
Irma: Sí, así es. También estoy bastante ansiosa por estos días, porque termino mi carrera como optómetra. Por fin podré empezar a trabajar en el hospital, papá.
Don Octavio: Eso me alegra Irma. Me alegra que toda la familia esté dedicándose a la medicina. Espero que me des tantos orgullos como Sarita.
Irma: Claro que sí, papá.
INT. / HOSPITAL SALVATIERRA / HORAS DESPUÉS
Alberto camina por los pasillos del hospital, con una bata de médico puesta. Está hablando por celular.
Alberto: Sí Panchita, por favor. Quiero que estés pendiente todo el tiempo de mi mamá. Suminístrale los calmantes que sean necesarios por si tiene algún ataque nervioso o de histeria.
En ese momento, Albero oye los gritos suplicantes de un hombre en la recepción.
Alberto: Luego te llamo para saber cómo sigue mi mamá, Panchita. Adiós.
Alberto cuelga el celular y se acerca a la recepción, viendo a Don Eduardo cargando en brazos a Angelito que está desmayado. Don Eduardo le suplica a la recepcionista que llame un médico.
Don Eduardo: Se lo suplico señorita. Llame un médico, un doctor que se me está muriendo mi chamaco. ¡Ándele, por favor! Es un niñito que ni siquiera ha empezando a vivir del todo.
Alberto: ¿Qué está pasando aquí?
Recepcionista: Es este hombre, Doctor Arismendi. Pide que atendamos a su hijo, pero eso es imposible. Tiene que presentarme los papeles del niño para poder registrarlo y apartar una cita con la pediatra. Ya mismo llamaré a seguridad.
Alberto: (a la recepcionista) No, por favor. Yo me encargaré del señor y su hijo.
Don Eduardo: (llorando) ¿De verdad Doctor? ¿Va a atender a mi Angelito? Mire nomás, se me está muriendo.
Alberto: Claro que sí señor, por favor acompáñame. Entrégueme al niño y yo lo llevaré a mi consultorio para examinarlo, mientras usted le presta algunos datos a la recepcionista.
Don Eduardo le entrega Angelito a Alberto. Éste último lo carga en brazos y se lo lleva rápidamente para su consultorio.
CONTINUARÁ..,
Escrito por Aleja Soto
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