Carlos acaba de sufrir un infarto, que a su vez, ha causado que caiga rodando por las largas escaleras de la mansión. Sarita e Irma han presenciado la caída de Carlos, al igual que Aurora y Panchita. Aurora observa todo desde el segundo piso, con una mirada profunda de maldad.
Sara: (gritando desgarrada) ¡Carlos!
Ella no duda en ir corriendo hasta el cuerpo de su marido. Irma saca su celular del bolso. Sarita se inclina, moviéndolo para intentar despertarlo, pero es inútil.
Irma: Llamaré ahora mismo una ambulancia (Marca el número correspondiente).
Sara: (rompe a llorar) ¡Carlos, mi amor! Por favor, no me dejes. Tú no te puedes morir, por favor. ¡Carlos!
Aurora: ¡Ya está bueno! ¡Lárguense de mi casa! Especialmente tú Sara, no me agrada ni un poco que una negra como tú pise mi hogar otra vez.
Sara (furiosa): ¡Maldita! ¡Eso es usted, una maldita! Si algo le paso a Carlos, va a ser su culpa.
Aurora (furiosa): ¡Tú a mí no me vienes a amenazar en mi casa, negra desgraciada! ¡Largo! ¡Te quiero lejos de aquí, no te vuelvas a aparecer!
Sara (desafiante): ¡Dígame dónde está mi hijo! ¡Ya sé todo! Dígame dónde lo dejó sino quiere irse a la cárcel esta misma noche. Mis suegros son mucho más poderosos que usted y perfectamente la pueden hundir.
Aurora: Te diré lo mismo que le dije al idiota de tu marido. Yo tampoco recuerdo el nombre del barrio donde dejamos al chamaco, así que si llegas a denunciarme con la policía, diré que toda la idea fue de Irma y no creo que tus suegros sean tan imbéciles como para hundir en la cárcel a su propia hija. Mira que ella sería la más perjudicada (cínica).
Sara: (levantándose) Le juro que algún día se va a arrepentir de haberme tratado tan mal. Va a pagar una a una las humillaciones que me hizo y todo el mal que me ha hecho (Habla con mucho odio). Te vas a acordar de mí, tía Aurora. ¡Te lo juro!
Aurora: (riéndose) Me importan muy poco tus advertencias muchachita tonta. Llamen una ambulancia rápido para que se lleven al estúpido ese de una buena vez. Espero que seas muy infeliz Sarita (cínica).
Aurora se encierra en su cuarto de la manera más descarada, sin el mínimo sentimiento de culpa al haberle causado el disgusto a Carlos.
INT. / HOSPITAL SALVATIERRA, SALA DE URGENCIAS / NOCHE
Carlos está conectado a un tanque de oxígeno, moribundo sobre la cama. Octavio está frente a él, mirándolo con una enorme impotencia. Éste último lleva puesta una ropa especial de médico.
Carlos (muy agitado): Papá… Lla… llama a Sarita, por favor. Tengo que… despe… dirme de ella.
Octavio: Hijo, eso no es conveniente. Estás demasiado delicado del corazón, no te puedes esforzar.
Carlos: ¡Me estoy muri…endo papá! Pronto, llá…mala. Irma y mamá también.
Octavio mira muy triste como su hijo se debate entre la vida y la muerte, pero decide cumplir con su voluntad. Le dice a una enfermera que mande a llamar a Sara, Claudia e Irma. Ellas en la sala de espera por noticias de Carlos.
Doña Claudia (muy angustiada): ¡Ay Dios mío! Me está matando la angustia. Octavio nada que sale para darnos noticias. ¿Pero cómo pudo sufrir un infarto?
Sara: (llorando) Fue culpa de mi tía Aurora. La nana Panchita que es la señora que trabaja en la casa de mi tía, me contó que Carlos y ella estuvieron discutiendo muy fuerte. Usted sabe que Carlos debe evitar los disgustos y la discusión con mi tía le causó el infarto.
Doña Claudia: Yo lo sabía. Presentía que ir a buscar a esa tal Aurora era peligroso. Esa mujer tiene que ser un demonio (Mortificada).
Irma está alejada, pensativa. En eso, viene la enfermera con el recado de Octavio.
Enfermera: Por favor pasen. El señor Carlos pide hablar con ustedes.
Sara: (a la enfermera) ¿Y cómo está él?
Enfermera: No les puedo decir nada en concreto. Pasen, por favor.
Las tres mujeres pasan a la sala de urgencias y a su vez, al cuarto donde se encuentra Carlos, claro que antes deben ponerse una ropa especial para poder ingresar. Sara al ver la palidez de su esposo, siente que literalmente se le arruga el corazón, por lo que no puede evitar soltar un par de lágrimas. Doña Claudia e Irma se acercan a la cama. Octavio también está presente.
Carlos: Sarita, mi amor. Te pido que… que por favor me escu… escuches. Ya no me queda mucho tiempo. Mi corazón está… está débil, no me va a permitir… vivir… más…
Sara: (lo interrumpe) No Carlos, no digas eso, por favor. Tú no te puedes morir, no me puedes dejar (Le acaricia el rostro a Carlos, envuelta en lágrimas). Yo te necesito aquí conmigo. Tú eres lo único que me queda. Ya perdí a mi mamita, a mi bebé, pero no puedo perderte a ti.
Carlos: Tienes que… ser… fuerte Sarita (La toma de las manos). Recuerda que debemos… aprender a… tener resignación. Sólo quiero que… recuerdes lo mucho que te amo. Los últimos meses de mi vida, los pasé… muy feliz a tu lado. Pasé muy… feliz al lado de… una mujer maravillosa como tú (Respira cada vez más agitado).
En el fondo, Irma rompe a llorar al igual que Doña Claudia.
Sara: Yo también. Te quiero muchísimo, he pasado momentos muy felices a tu lado que siempre estuviste dándome tu apoyo, tu consuelo. Carlos…
Carlos: Mamá, Irma… También tengo que… decirles algo. Las quiero mucho, perdónenme si no… supe valorarlas, si desaproveché el… tiempo que me quedaba lejos de ustedes… Sólo sepan que las amo a las dos.
Doña Claudia: (llorando) Hijo mío. Yo también me arrepiento tanto que hayamos estado enemistados tanto tiempo por tonterías, pero fuiste un hijo espectacular, un hijo maravilloso. Dios me dio el mejor hijo…
Irma decide cubrirse la boca para evitar llorar desconsolada y luego sale del cuarto. La muchacha se mete a un baño, donde se derrumba en el piso a desahogarse.
Carlos: Y tú papá… Un papá de carácter fuerte que… me educó muy bien. También te quiero por ser el buen padre que fuiste conmigo… Les pido que no dejen sola a… Sarita, no la dejen…
Don Octavio se hace al lado de su esposa para consolarla. Sarita no suelta las manos de Carlos, quien la mira con ternura y una paz casi que inexplicable.
Carlos: (en un hilo de voz) Sé feliz Sarita. Te amo…
Carlos exhala. Justo en ese instante, el electrocardiograma indica que Carlos ha fallecido. Éste cierra los ojos ante Sarita quien comienza a desesperarse.
Sara: ¡Carlos! ¡Despierta! ¡Despierta, por favor! ¡Despierta, Carlos! (Comienza a gritar) ¡Carlos! ¡Nooooooooooo! ¡Carlos, no me dejes! ¡Carlos!
Ella no logra asimilar la muerte de Carlos y aprieta las manos de él muy fuerte en medio del dolor y la desesperación.
EXT. / CEMENTERIO / AL DÍA SIGUIENTE
Se está llevando a cabo el entierro de Carlos. El día es gris. La familia Salvatierra, Sarita y algunos conocidos están presentes y vestidos de luto ante el ataúd donde reposa el cuerpo sin vida de Carlos. El sacerdote termina de dar su sermón. Sarita se acerca al ataúd, no llora, pero tiene los ojos hinchados.
Sara: (susurrando) Carlos, donde quieras que estés, siempre te guardaré mucho cariño en mi corazón. Gracias por haber sido el hombre tan maravilloso que fuiste conmigo, por haberme brindado tanto amor y apoyo cuando más lo necesité… Descansa en paz.
La muchacha le arroja una rosa blanca al ataúd. Los sepultureros comienzan a bajarlo. Los asistentes al entierro comienzan a retirarse, hasta que Doña Claudia se acerca a Sara. El viento comienza a soplar fuerte.
Doña Claudia: (con la voz quebrantada) Hija, tenemos que irnos ya. Parece que va a llover y tú ni siquiera has comido nada. Ven, vamos…
Sara: Sí doña Claudia. Vámonos ya. La verdad es que me siento muy cansada.
La familia comienza a alejarse. Doña Claudia abraza a su nuera, mientras que don Octavio a Irma. La muerte tan repentina de Carlos los ha dejado destrozados. Sarita decide mirar una última vez atrás con nostalgia, pero luego vuelve a mirar hacia adelante.
EXT. / MANSIÓN ARISMENDI / DÍA
Panchita está regando las plantas del jardín. En eso, se acerca un joven a la reja de la entrada. Es Mario, el mismo que vive en el barrio “La Mosca”.
Mario: Buenas señito. Esta es la mansión Arismendi, ¿verdad?
Panchita: Sí mijo, ésta es. ¿Qué necesitas? (Lo mira con desconfianza).
Mario: Bueno, es que vi que están buscando mayordomo. Yo no tengo experiencia con el trabajo, pero no más con que me enseñen, yo ya me le mido.
Panchita: Espera ahí la entrada. Iré a decirle a la señora.
Mario: Gracias (sonríe). Yo aquí espero.
Una vez Panchita se mete a la mansión, Mario observa fascinado la fachada.
Mario: Pues bueno, ya que no me puedo encontrar el billete de lotería en medio de toda la basura del barrio ese donde vivo, me va a tocar buscar suerte con la señora de esta casota. Mínimo es una vieja solterona, así va a ser más fácil darme la buena vida que me merezco.
INT. / MANSIÓN ARISMENDI, SALA / MINUTOS DESPUÉS
Mario está esperando de pie en la sala, mirando con una sonrisa todo a su alrededor. En eso, aparece Aurora quien lo mira con desprecio al ver que viste como un pordiosero.
Aurora: Me dijo Panchita que estás interesado en el trabajo de mayordomo. ¿Tienes experiencia con el trabajo?
Mario se queda sorprendido con el porte de Aurora, pues ella conserva muy bien su belleza a pesar de tener una edad acercada a los cuarenta; no es la señora acabada que él pensaba.
Aurora: ¿Eres mudo?
Mario: (reaccionando) No señito, es que me quedé embobado mirándola. Permítame decirle que es usted una mujer guapísima (Le sonríe).
Aurora (molesta): ¿Estás interesado o no en el trabajo?
Mario: Sí, verá usted ando necesitado de chamba y me urge encontrar una. La neta es que no tengo mucha experiencia con el trabajo, pero chamba es chamba, así que yo me le mido a lo que sea.
Aurora: ¿Qué edad tienes? ¿En dónde vives? ¿Tienes familia, hijos…?
Mario: Tengo 23 años y vivía en un barrio de por allá, de esos donde tiran las basuras. Se llama “La Mosca”.
Aurora (sorprendida): ¿La Mosca?
Mario: Ese mero. En cuanto a familia, pues no, no tengo. Mi mamá se casó con otro tipo y ese me corrió de la casa injustamente disque porque según él, yo era un vago, pero la neta es que yo soy bien trabajador (Miente para quedar bien).
Aurora: Mmm, la verdad es que no sé si darte a ti el trabajo. Tú hablas demasiado corriente… no sé. Me gustan los empleados con mejor educación…
Mario: (rogándole) Ándele señito. Deme la chamba a mí, le juro que no se va a arrepentir. ¿Sí? Si el problema soy yo, pos hago lo posible pa’ cambiar lo que le moleste, pero deme el trabajo. Écheme la mano.
Aurora: Está bien, pero te quiero bien limpio, usando ropa limpia y manteniendo esa sucia boca cerrada. Si te vas a dirigir a mí, o alguna otra persona superior a ti, lo harás con respeto. ¿Entendido?
Mario asienta con la cabeza.
HOUSTON, ESTADOS UNIDOS
INT. / DEPARTAMENTO DE ALBERTO / DÍA
Ya han pasado varias semanas desde que Alberto y Roberto se instalaran en Houston para estudiar. Cada uno tiene un departamento diferente, pero ubicados en el mismo edificio. Alberto está sólo en el suyo, mirando el panorama de la ciudad desde el pequeño balcón.
Alberto (nostálgico): Sarita… Por alguna razón, no puedo dejar de pensar en ti, de extrañarte, de saber cómo estás. Me arrepiento haberte tratado tan mal la última vez que hablamos.
Por otra parte, Roberto está en su apartamento con dos tipos de mal aspecto. Él les entrega a aquellos tipos un maletín. Uno de ellos lo recibe y abre el maletín dejando ver las varias bolsas transparentes que contienen cocaína.
Roberto: (sonriendo) Ya ustedes tienen lo suyo, ahora denme lo mío.
El otro tipo le entrega a Roberto dos fajos de centenas de dólares.
INT. / MANSIÓN SALVATIERRA / NOCHE
Irma está en su cuarto, recostada sobre la cama, trabajando en la laptop, sin embargo todo lo sucedido en aquel día no la deja concentrarse. En eso, siente que algo golpea la ventana abierta. Irma se levanta de la cama, se acerca a la ventana dándose cuenta que es la rama de un árbol. La muchacha la cierra y justo cuando se voltea para volver a la cama se encuentra con una mujer vestida de blanco, descalza, que sostiene un bebé. El bebé tiene una cara aterradora y el vestido de la mujer está ensangrentado.
Mujer: ¡Mi bebé! ¡Tú lo mataste! ¡Tú mataste a mi hijo! ¡Devuélvemelo! ¡Devuélveme a mi hijo! (Gritando desesperada).
Irma (aterrada): ¡Noooo! ¡Vete, vete! ¡Lárgate, yo no lo maté! Fue Aurora, ella lo dejó en el basurero. ¡Déjame en paz! ¡Vete!
Irma se tapa con ambas manos los oídos y cierra los ojos, mientras repite que aquel espectro la deje en paz. En eso, Sara entra a la habitación e intenta calmar a Irma.
Sara: ¡Irma! ¡Irma, cálmate! Soy yo. ¡Escúchame!
Irma reacciona y al ver a Sarita, rompe a llorar desesperada.
Sara: ¿Qué te pasa? ¿Por qué gritabas así? Te oí desde la sala.
Irma: (llorando) Me estoy volviendo loca Sara. Es mi consciencia que no me deja en paz por haber sido cómplice de Aurora, por haber dejado que ella abandonara al bebé en ese horrible basurero. Ya no sé qué hacer. Me quisiera morir.
Sara: (intentando tranquilizarla) No Irma, tú no puedes tener esos pensamientos. Piensa en tus padres. Ellos ya perdieron a Carlos, sólo les quedas tú.
Irma: ¿Y qué hago? Dime. ¿Qué hago? Ya no soporto más esas horribles pesadillas y lo peor de todo, es que también se están convirtiendo en visiones. Las estoy viendo como si fueran reales. Yo no puedo vivir con ese cargo de consciencia, sabiendo que por mi culpa algo malo le pudo haber pasado a tu hijo.
Sara: Irma, ¿por qué no me cuentas el por qué tú y mi tía se robaron a mi hijito? ¿Por qué lo hicieron? Tal vez eso te ayude a sentirte mejor.
Irma se aleja de Sarita, le da la espalda.
Irma: Lo hice por inmadura, yo no quería que con ese niño amarraras a mi hermano o Alberto.
Sara (desconcertada): ¿Alberto? ¿Qué tenía que ver él? ¿Cómo podía yo amarrarlo con mi bebé?
Irma: (le da la cara) Mucho… Yo sé toda la verdad Sara, sé que Carlos no era el padre de ese bebé, ni tampoco Roberto cómo piensas. Él no fue quien tuvo relaciones contigo.
Sara (impactada): ¿Cómo? ¿Y tú cómo sabes todo eso?
Irma: Porque yo también estuve presente en esa fiesta en la que crees que Roberto te violó. El caso es que no fue él quien lo hizo, sino Alberto. Él es el padre de tu hijo, Sara. Alberto también estaba bajo el efecto de las drogas, porque a él también lo había drogado sin darse cuenta.
Sara (consternada): Eso no puede ser. ¿Alberto es el padre de mi bebé?
Irma: Así es. Lo que pasa es que tú al recordar, relacionaste el rostro de Alberto con el de Roberto, porque al fin y al cabo, Roberto fue quien te drogó a ti y te estaba acosando. ¿Lo recuerdas? Pero no es así. Ya sabes toda la verdad.
Sara: (se le saltan las lágrimas) ¿Tú le contaste todo eso a mi tía Aurora?
Irma: Sí, esa misma tarde que fuiste a la mansión a reclamarle a Roberto yo se le conté todo a Aurora. A ella por supuesto no le agradó en lo más mínimo tener un nieto viniendo de ti y por eso ideé todo el robo del bebé.
Sara: ¿Y cómo fueron capaces de dejar a un niño indefenso, que no tenía la culpa de nada en un basurero? ¿Cómo fueron capaces? (Llorando).
Irma: (llorando) Yo no quería dejarlo en ese basurero. Tenía paneado dejarlo en algún orfanato o iglesia, pero Aurora se negó, me lo arrebató y lo dejó allí, sin importarle nada más. Estoy muy arrepentida por haber callado desde el principio, pude haberlo evitado o ir al día siguiente al basurero para buscar al niño, pero no lo hice por estúpida, por cobarde… Perdóname Sara…
Sarita se queda callada un largo rato, mientras observa fijamente a Irma, quien se sienta en una silla a llorar desconsolada, con ese error pesando sobre su consciencia, un error que no la dejado tener vida.
Irma: La muerte de Carlos en parte también fue culpa mía. Si nunca me hubiera robado al bebé, a lo mejor él estaría vivo en estos momentos, queriéndolo como si fuera su propio hijo contigo. La culpa no me va a dejar vivir Sara, por eso prefiero morirme también…
Sara (conmovida): Irma, creo que ya estás recibiendo suficiente castigo con el infierno en que se ha convertido tu vida. Hiciste mal, pero quién soy yo para juzgarte. Eso no me corresponde a mí, por esa razón, te perdono…
Irma: No sé si merezca tu perdón y tu bondad.
Sara: Claro que sí. Lo importante es que estés arrepentida, que sepas que cometiste un error gravísimo y eso es muy valioso. La que no merece ni un poco de compasión es mi tía Aurora. Ella, con su descaro y su cinismo no merece ningún tipo de perdón (Habla con dureza). Mi tía me ha hecho mucho daño, me ha destrozado, me ha humillado y no sólo eso, me debe la muerte de mi mamá, de Carlos y la desaparición de mi hijo.
Irma: (más calmada) ¿Te quieres vengar de ella?
Sara: Sí, le quiero hacer pagar una a una sus maldades. ¡Quiero destruirla, hundirla! Y lo voy a lograr. De mí no se va a librar tan fácil esa mujer. Le haré pagar el que me haya separado de las tres personas que quería. Eso tenlo por seguro Irma.
Irma: ¿Y cómo piensas hacerlo?
Sara: Todavía no lo sé, pero será a su tiempo. Me voy a vengar de Aurora Arismendi. ¡Se las voy a cobrar! (segura).
SEIS AÑOS DESPUÉS
CIUDAD DE MÉXICO, 2014
INT. / HOSPITAL SALVATIERRA, OFICINA DE SARA / DÍA
Doña Claudia, Don Octavio e Irma están cantándole el “Happy Birthday” a Sara, quién se ve más adulta, más madura, con un estilo más chic. Usa una bata blanca, la misma que los médicos usan. Doña Claudia sostiene el pastel con una velita prendida en forma de número veintidós.
Todos: ¡Happy Birthday to you! ¡Happy Birthday to you! ¡Happy Birthday, Happy Birthday! Happy Birthday to you
Terminan de cantar y acto seguido aplauden. Sara sonríe.
Doña Claudia (orgullosa): ¡Ay mija! Pero qué felicidad tan grande que estés cumpliendo ya hoy tus veintidós años, cuando hace tan poco todavía eras una niña (Besa en la mejilla a Sara).
Don Octavio: Eso es verdad. Tú eres más que una nuera para nosotros. Eres nuestra hija y por eso estamos muy orgullosos de ti (También besa en la mejilla a Sara).
Irma: Felicidades Sara. Te deseo muchos más éxitos en tu vida (abraza a Sara).
Sara (feliz): Yo les agradezco a ustedes el cariño que me han brindado todos estos años, porque nunca me han dejado sola (Se emociona). La mujer que soy ahora, la gran pediatra que soy, se las debo a ustedes doña Claudia y don Octavio que han sido como mis padres. Y eso es justo lo que los considero, mis padres…
Don Octavio: Bien, pues en un cumpleaños, no debíamos dejar pasar por alto el regalo.
Sara (sorprendida): ¿Regalo?
Doña Claudia: Así es Sarita. Entre todos te obsequiamos un viaje a Cancún, con todo pago para que te tomes unas vacaciones, bien merecidas por cierto. Siempre están tan dedicada a tu trabajo aquí en el hospital.
Don Octavio: Tú pones la fecha.
Sara: No debieron haberse molestado, pero de igual manera, se los agradezco enormemente. Ya apartaré un tiempo para viajar.
Irma: Bueno Sara, te falta soplar la vela. No olvides pedir un deseo.
Sara: Jajajaja, sí. Lo había olvidado.
Sara se acerca al pastel, cierra los ojos un breve momento mientras piensa en su deseo y luego, sopla la vela, apagándola.
Sara (pensando: Espero que este deseo sí se me cumpla… Encontrar a mi hijo, a mí hijito…)
INT. / MANSIÓN ARISMENDI, HABITACIÓN DE AURORA / DÍA
Aurora está maquillándose frente a su tocador de una manera muy sutil. Ella también ha cambiado un poco su imagen, pues tiene el pelo negro.
Aurora: (sonriendo) Después de seis años mis dos hijos vuelven de Houston. Todo tiene que salir bien esta noche en la cena.
En eso, entra Mario silenciosamente a la habitación, usando el uniforme de mayordomo. Aurora se da cuenta.
Aurora: ¿Qué demonios estás haciendo aquí? ¿Por qué no has ido al aeropuerto por mis hijos? Llegan en tres horas, imbécil.
Mario: (tomándola de la cintura) Primero quería pasarme por aquí, pa’ darte lo tuyo mi reina. Ya sabes que cuando estás así de emperifollada, me vuelves loco. Ese perfume… (La huele con por el cuello).
Aurora: Suficiente, suéltame ya (Se aparta de él). Ahora no tenemos tiempo para nada más. Tienes que ir al aeropuerto a recoger a mis dos hijos. Recuerda que son gemelos. Tienes que tratarlos con mucho respeto y formalidad.
Mario: Eso me lo sé de memoria. Me tratas como si fuera un tarado.
Aurora (sarcástica): Lo eres mi amor. Jajaja, perdóname, pero no puedo ser hipócrita contigo. Eso eres, un tarado (Continúa maquillándose).
Mario: (hablándole al oído) Recuerda que este “tarado” es el único que te hace sentir como una mujer.
Mario besa impulsivamente a Aurora, quien le corresponde. Los dos son amantes, pero nadie, más que ellos, lo sabe.
Aurora: (separándose) Te dije que no, ahora no tenemos tiempo. Obedéceme. Este día tiene que salir perfecto, después… tendremos tiempo para nosotros.
Aurora sale de la habitación. Mario sale tras ella, en eso él se topa con Panchita quien nota de inmediato que los labios de Mario están manchados con lápiz labial.
Mario: ¿Qué miras vieja estúpida? ¿Se te perdió algo?
Panchita (indiferente): Deberías mirarte en el espejo. Parece que una descarada estuvo comiéndote los labios (Habla con ironía).
Panchita se retira. Mario se limpia los labios con la camisa del uniforme.
EXT. / MANSIÓN SALVATIERRA / NOCHE
Sara llega en su auto a la mansión, conducido por ella misma. Lo estaciona, se baja y mientras se dirige a la entrada, se encuentra con don Eduardo que justo está por irse. Desde hace algunos años, don Eduardo es el jardinero de la mansión.
Sara (amable): ¡Don Eduardo! Buenas noches.
Don Eduardo: Buenas noches señorita Sara. Me enteré que es su cumpleaños. Felicidades. Ya sabe usted que si tuviera forma, le daría algún detallito, pero ni modo…
Sara: Gracias, pero por el regalo no se preocupe. Para mí vale una felicitación tanto como un detalle. ¿Y ya se va para su casa?
Don Eduardo: Sí señorita, para ya voy.
Sara: ¿Me dijo usted una vez que tiene un hijo, no? ¿Por qué no se muda a vivir aquí a la mansión con él? No tome a mal lo que le voy a decir, ¿pero no cree que sería mucho mejor para el niño vivir aquí en vez de ese barrio donde tiran la basura y todos los desperdicios de la ciudad?
Don Eduardo: Claro, pero me da pena pasarme de aprovechado. Yo aquí sólo soy el jardinero, sería mucho descaro de mi parte que no solo me dieran techo a mí, sino también al niño. Bastante han hecho por mí dándome trabajo.
Sara: Pero yo ya le he dicho que no tiene por qué pensar así, ni para mis suegros, ni para Irma ni mucho menos para mí sería problema que viviera aquí con su hijo. Piénselo don Eduardo, además a mí me encantaría conocer a ese niño por el que usted tanto se desvive.
Don Eduardo: Un día de estos se lo presento para que lo conozca, pues. Lo que me tiene pensativo es que no sé con qué le voy a llevar un coche de juguete que le prometí. Mínimo me debe estar esperando.
Sara: ¿Y no tiene dinero para comprarle el coche de juguete?
Don Eduardo: Malamente no, señorita. Disculpe usted que la haya molestado con esa bobería.
Sara decide sacar de su cartera un par de billetes, que le entrega a don Eduardo en la mano.
Don Eduardo (sorprendido): ¿Y esto señorita?
Sara: (sonriéndole) Cómprele el coche de juguete que le prometió al niño, el mejor que haya en la tienda para que se ponga bien contento.
Don Eduardo (apenado): Pero…
Sara: (lo interrumpe) Pero nada don Eduardo. No rechace la ayuda que le estoy dando. Reciba el dinero y cómprele el juguete a su hijito.
Don Eduardo (conmovido): Es usted muy buena señorita. Muchísimas gracias. Mi chamaquito y yo le vamos a estar muy agradecidos. Gracias. Dios la bendiga.
Sara: A usted y a su hijo don Eduardo. Y sepa que cuenta conmigo para cualquier cosa, no dude en ningún momento pedirle ayuda.
INT. / MANSIÓN ARISMENDI / NOCHE
Aurora recibe a Alberto y Roberto, quienes se ven más adultos, sin embargo Roberto tiene un peinado diferente que lo diferencia de Alberto. Panchita también está presente. Mario saca las maletas de la cajuela del auto.
Aurora: ¡Hijos mío! Pero qué alegría volver a verlos después de tantos años. ¡Ay por Dios! Me siento morir de la felicidad.
Aurora se acerca a sus hijos y los abraza a los dos al mismo tiempo.
Alberto: También me alegra mucho verte mamá. Te extrañé también, aunque no perdimos el contacto, pero nada como vernos en persona.
Aurora: Eso es verdad. Los dos están tan cambiados, son un par de hombres hechos y derechos, estudiados, profesionales. Me siento realmente orgullosa. ¿Y tú no dices nada Roberto?
Roberto: Claro mamá, no veía la hora de llegar para acostarme a dormir. El viaje me tiene agotado.
Aurora: Pero Roberto, Panchita preparó una cena deliciosa para festejar su llegada. ¿Cómo la vas a rechazar?
Roberto (altanero): ¿No me estás oyendo? Me vale la cena que haya cocinado Panchita. ¡Quiero dormir! ¿Te es muy difícil de entender?
Roberto sube las escaleras algo molesto. Aurora se queda sorprendida ante la actitud de su hijo.
Aurora: (a Alberto) ¿Pero qué le pasa a tu hermano? ¿Por qué me habló de esa manera? Son seis años en que estuvimos separados, seis largos años. ¿Cómo me hace ese desplante?
Alberto: La verdad no sabría responderte mamá. Roberto cambió mucho en el tiempo que vivimos en Houston.
Aurora: ¿No sabes nada?
Alberto: Tuvo fama entre algunos compañeros de la universidad de ser vendedor de drogas. Yo lo encaré varias veces para que me dijera la verdad, pero ya sabes como es él y no me dijo absolutamente nada.
Aurora (sorprendida): ¿Vendedor de drogas? ¿Pero acaso se volvió loco? (alterada).
Alberto: No te alteres mamá. No lo sé con seguridad. Te digo que sólo fueron rumores, comentarios. Mejor no arruinemos un momento como este. Yo sí pasaré al comedor de Panchita, que por cierto, extrañé mucho su comida.
Aurora: Está bien hijo, pasemos. Tendremos que cenar sin tu hermano, por lo visto.
Los dos pasan al comedor.
INT. / MANSIÓN SALVATIERRA, BIBLIOTECA / NOCHE
Sara está trabajando en el computador de mesa. En eso, entra Irma.
Irma: Sara, ¿puedo pasar?
Sara: Sí Irma, adelante.
Irma termina de entrar a la biblioteca y se queda de pie frente a Sara.
Irma: Me enteré que hoy regresaron de Houston, Alberto y Roberto.
Sara: ¿Ya regresaron? ¡Qué excelente noticia! Entonces por fin llegó la hora, la hora de mi anhelada venganza hacia mi tía (Habla con dureza).
Irma: ¿Todavía estás empeñada en vengarte de ella?
Sara: Por supuesto. Todos estos años no he pensando en otra cosa Irma, no he pensando más que en vengarme de esa desgraciada que me destrozó la vida. Todos los días, su recuerdo me atormenta, cuando me pegaba, cuando me humillaba y me trataba con la mayor crueldad de “negra” (solloza). Pero lo que más me duele es que me haya arrebatado a tres de las personas que más quería, las apartó de mí… Aurora no merece compasión y yo me encargaré de desenmascararla, de hundirla.
Irma: ¿Entonces comenzaremos el plan?
Sara: (limpiándose los ojos) Sí, mañana mismo. Ya sabes que no esto queda entre tú y yo, don Octavio y doña Claudia no se pueden enterar…
Irma: Claro Sara. Tú sabes que conmigo vas a contar para todo lo que necesites.
CONTINUARÁ…
Escrita por Aleja Soto
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