Aurora está en el comedor. Panchita le sirve algo de comer, sin embargo Aurora sólo se muestra ansiosa y alterada.
Aurora (histérica): ¿Por qué no te largas de aquí? ¡Quiero que me dejes sola! (Tira todos los platos de comida al piso, rompiéndose en medio de un estruendo). ¡Ya te dije que no quiero nada! ¡Vete!
Panchita: Pero señora… Tiene que comer algo. Tan siquiera tómese el café.
Aurora: ¿No me escuchaste? Lárgate Panchita, no tengo hambre. Vete. Lo único que me importa ahora es mi hijo.
Panchita suspira resignada y se retira del comedor. En eso, Mario entra y se sienta en un lugar de la mesa.
Mario: ¿Y entonces mi princesa? ¿Todavía sigues asustada porque tu hijito descubrió lo malvada que eres? (Habla con burla).
Aurora: ¡Imbécil! Si no vas a aportar nada inteligente, bien puedes irte largando así como Panchita. ¿No te das cuenta de la magnitud del problema? Alberto está furioso conmigo porque descubrió lo que le hice al negrito ese que tuvo con la maldita negra de Sara. ¡Maldición! ¡Todo me sale mal!
Mario: Ya se le va a pasar, no te preocupes…
Aurora: No lo creo. Alberto no es ningún niño. Es posible que no me vuelva a dirigir la palabra nunca más. ¿Pero cómo se pudo enterar? (Habla con inmensa furia e histeria). La traidora de Irma no le pudo haber contado, porque apenas anoche vinieron a reencontrarse.
Mario: ¿Y qué piensas hacer?
Aurora: ¡No lo sé! Lo único cierto es que en todo esto hay algo raro y lo tengo que averiguar. Tengo que saber cómo es que Alberto se enteró y no sé porque me da que la negra desgraciada esa está detrás de todo, incluso que Irma intentara volverme loca.
INT. / MANSIÓN SALVATIERRA, SALA / DÍA
Doña Claudia habla con su hija Irma. La primera se toma un café, sentada en un sofá. Irma está en otro sofá.
Irma: Estoy sorprendida con lo que me cuentas mamá. ¿Entonces don Eduardo fue quien adoptó al hijo de Sara?
Doña Claudia: Eso parece, así me lo contó Octavio. También me habló sobre la confesión de Sarita, que aquel niño no es hijo de Carlos, sino de su primo Alberto.
Irma (apenada): Precisamente fue por eso que hice lo que hice, mamá, porque en un principio no quería que con ese niño, Sara amarrara a alguno de los dos, o a Carlos o a Alberto, principalmente a Alberto porque en aquel entonces yo estaba enamorada de él.
Doña Claudia: Ya no sigas atormentándote por lo que pasó años atrás Irma. Después de todo, Sarita fue tan buena que te perdonó por lo que hiciste y lo importante es que reconociste que hiciste mal y te arrepentiste. Ahora lo que nos tiene en un pendiente es saber a dónde pudo haber ido don Eduardo con mi nieto, porque así lo sigo considerando a pesar de no ser hijo de Carlos.
Irma: Espero que lo encuentran o que don Eduardo aparezca. No es justo ni para Sara ni para Alberto que ahora que habían encontrado al niño, pasara esto.
INT. / HOSPITAL SALVATIERRA, RECEPCIÓN / DÍA
Varios periodistas están en la recepción del hospital, entrevistando a Sara, quien llora frente a las cámaras desconsoladas acompañada de Alberto y de don Octavio.
Sara: Por favor don Eduardo, sí está viendo esto, le ruego que piense en Angelito. Regrese, por favor, por el amor de Dios. Le doy mi palabra que no lo denunciaré a la policía, ni tampoco irá a la cárcel porque usted no ha hecho nada malo. Yo más que nadie sé que usted es un hombre bueno y por lo mismo le suplico que regrese con mi hijo. Hágalo por él. Por lo menos, si no piensa regresar, comuníquese conmigo por teléfono para confirmarme que mi niño está bien, sano y salvo, pero no me deje en esta angustia. Se lo suplico (Rompe a llorar).
Alberto abraza a Sara y luego se adentra con ella y don Octavio al hospital. Los periodistas intentan hacer más preguntas, pero los guardias nos los dejan pasar.
SAN BARTOLOMÉ
INT. / HOTEL, RECEPCIÓN / DÍA
Don Eduardo acaba de ver por la televisión de la recepción del HOTEL EN el que se hospeda con Angelito, a Sara, dirigiéndose a él. Don Eduardo se queda un momento pensativo y en la expresión de su rostro se ve la angustia que siente.
INT. / HOSPITAL SALVATIERRA, CAFETERÍA / DÍA
Toña está tomándose un café con prisa. En eso, aparece Roberto frente a ella y le da un beso en la mejilla, pero ella se muestra indiferente.
Roberto: Hola mi amor. ¿Estás enojada conmigo por lo de ayer? Pues vine precisamente a eso, para explicarte todo.
Toña: No hace falta que me expliques nada Roberto. Ya lo pensé bien y creo que es tiempo que aclaremos cuentas. Antes que nada, te quiero confesar que yo no vivo en esa colonia a la que llevaste aquella noche. Yo vivo en un barrio más pobre y en un principio no quería que te dieras cuenta porque me daba rete vergüenza contigo y más porque parecías ser un hombre bueno…
Roberto (decepcionado): ¿Ah sí? ¿Parecía? ¿Ya no te parezco?
Toña: La cosa no es de parecer, sino de ser. Ya la Doctora Salvatierra y el Ing. Químico Arismendi, que son tu prima y tu hermano me dijeron la clase de persona que eres y me explicaron todo, porque me vieron ayer contigo cuando llegó tu ex novia de Estados Unidos a montar esa escena de celos.
Roberto: Ya sabía yo que mi hermano te iba a decir cosas malas sobre mí, pero créeme que son mentiras. ¿Y cómo que la tal doctora Salvatierra es mi prima? Yo a esa no la conozco.
Toña: ¿Y por casualidad no te suena el nombre de Sara Arismendi?
En ese momento, Roberto se sorprende.
Toña: ¿Ya sabes a quién me refiero? Pues sí, tu prima es casi que la dueña de este hospital. Recuérdate que ella se casó con el hijo del Doctor Octavio, el que se murió y que en paz descanse. Pero en fin… Ya estoy enterada que eres mujeriego y que esa mujer de ayer sólo fue una de tus tantas víctimas, porque tu hermano me lo confirmó.
Roberto (molesto): Pero preciosa…
Toña: (levantándose) Adiós Roberto. Te pido que por favor no me vuelvas a buscar, ni aquí en el hospital, ni en ninguna otra parte porque no te voy a hacer caso.
Toña se va de la cafetería, dejando a Roberto furioso.
BARRIO “LA MOSCA”
INT. / CASA DE ELVIRA Y EL CHÚMALE / NOCHE
Doña Chole está visitando a Elvira y Chúmale. Marquitos, el hijo de ellos dos, juega con un camión de juguete sentado en el piso.
Doña Chole: Nada que aparece mi compadre con el niño. ¿En dónde se pudo haber metido? Yo por más que pienso, no me acuerdo que tenga familiares o parientes en otro lado.
Chúmale: Pues si así fuera, él nos lo hubiera dicho hace rato. Segurito se fue para otra ciudad o pueblo a probar suerte, con tal de que los verdaderos padres de Angelito no se lo quiten.
Elvira: Pero ellos se ven buenas personas. Yo no creo que se lo quiten así nomás. Yo más bien creo que hasta se llevarían a don Eduardo a vivir con ellos. Tenemos que seguir pidiéndole a Dios para que lo ilumine y tome la decisión de volver.
Marquitos: ¿Y cuándo voy a volver a ver mi amiguito Angelito, mamita? Extraño mucho jugar con él (Se acerca a Elvira)
Elvira: Después vas a poder jugar con él mijito. Ya verás que regresa pronto (Le da un beso en la mejilla).
INT. / MANSIÓN SALVATIERRA / NOCHE
Sara llega con Alberto y don Octavio a la mansión Salvatierra. Ella está un poco más calmada, pero en sus ojos es notable lo mucho que ha llorado. Se dirigen a la sala.
Don Octavio: Sara, hija. Quiero que sepas que cuentas con mi apoyo incondicional. Si es posible, mañana mismo pondré un denuncio a la policía para que empiecen a buscar a don Eduardo. Debemos tener en cuenta que si se abstiene de volver, eso ya se trataría de un secuestro.
Sara: Por favor don Octavio, eso no. Yo no quiero que involucremos a la policía en esto. Don Eduardo no ha hecho nada malo. Yo lo entiendo perfectamente y en su lugar, a lo mejor hubiera hecho lo mismo. Lo mejor es que esperemos y confiemos en que reaccionará y nos llamará.
Don Octavio (resignado): Está bien Sara. Como lo desees. Buenas noches (La besa en la mejilla).
Sara: Buenas noches don Octavio.
Don Octavio: Buenas noches Alberto.
Alberto: Igualmente Doctor Salvatierra. Qué descanse.
Don Octavio se retira de la sala. Sara se sienta en un sofá, Alberto a su lado.
Sara: ¡Ay Alberto! Lo que más quisiera oír en este momento es que a mi celular entre una llamada de don Eduardo, diciéndome que mi niño está bien, diciéndome que va a volver con él. ¿Por qué será que cuando creo que seré feliz, pasa algo que no me deja? (solloza).
Alberto: Y pensar que todo es mi culpa de mi madre. En estos momentos lo único que puedo sentir por ella es rencor. ¿Cómo tuvo el corazón tan negro para abandonar a nuestro hijo en un basurero?
Sara: Con todo esto, ya me di cuenta que la venganza y el odio al final no lleva a ninguna parte. De nada me sirvió todos estos años planear una venganza con Irma, porque aún no he recuperado a mi hijo. Y lo que más me enoja es ver como mi tía sigue saliéndose con la suya (Llorando furiosa). ¿Cuándo vas a hacer justicia Dios mío? ¿Cuándo?
Alberto: (abrazándola) No pienses en eso. Dios se encargará a su debido tiempo.
Sara: ¿Y en qué más puedo pensar Alberto? Yo no puedo sentir otra cosa por tu mamá que odio, desprecio, pero a la vez quisiera ser libre de estos sentimientos tan feos.
Alberto: ¿Y es más grande el odio que sientes por mi mamá que el amor que sientes por nuestro hijito y por mí?
Sara se sorprende con esa pregunta y mira hacia otra parte.
Alberto: Yo sé que ahora no es momento, pero a pesar del tiempo, aún sigo enamorado de ti Sarita. Te amo y poco me importa que seamos primos. Algo siempre me ha dicho que ese nunca ha sido el lazo que nos une, sino lo que sentimos.
Sara: En estos momentos no tengo cabeza para hablar de estas cosas contigo Alberto. Lo siento, pero no puedo. Han pasado muchos años, las cosas han cambiado… Lo mejor es que lo dejemos para otro momento.
Alberto: Está bien. No te voy a presionar. Sólo quiero que sepas que sigo enamorado de ti y que eso no ha cambiado y deseo que cuando don Eduardo aparezca con Angelito, seamos felices con él, los tres, como una familia.
Sara no puede evitar conmoverse ante las palabras de Alberto. En eso, aparece la sirvienta con Panchita, quien viene muy bien vestida. Alberto se sorprende al verla.
Sirvienta: Disculpen… Dice esta señora que necesita hablar algo importante con usted señorita Sara.
Alberto: ¿Panchita? ¿Qué estás haciendo aquí? ¿Pasó algo?
Panchita: No joven Alberto, no se preocupe. Vine a hablar con Sarita sobre algo muy delicado y a verla.
Sara (emocionada): ¡Panchita! ¡Cuánto tiempo!
Ella se para del sofá para abrazar a Panchita. Ésta le corresponde cálidamente. La sirvienta se retira.
Sara: (tomándola de las manos) ¡Ay Panchita! No sabes lo mucho que me alegra verte en estos momentos, no sé si estarás enterada de todo. Tu visita me conforta un poco.
Panchita: Claro que sí mi niña. El joven Alberto me platicó de todo esta mañana antes de irse para el hospital. Por eso decidí venir a hablar con usted, para que la señora Aurora pague por todo lo malo que ha hecho de una buena vez. Disculpe que no la haya venido a visitar desde el principio, pero la señora me tenía prohibido buscarla.
Sara (extrañada): ¿Y qué sabes tú de mi tía?
Panchita: Muchas cosas, que pienso contarle ahora mismo. Incluso tengo pruebas para probarle lo que le voy a decir.
Sara y Alberto se extrañan por eso.
BARRIO “LA MOSCA”
INT. / CASA DE DOÑA CHOLE / NOCHE
Doña Chole está consolando a Toña, quien llora desconsolada a su lado, ambas sentadas en la cama.
Toña: ¡Ay mamá! Me siento como una mensa. Yo pensando que Roberto era un buen hombre, con el que siempre había soñado pa’ casarme y resultó ser un patán, mujeriego. Me dolió mucho haberle dicho esas cosas esta tarde, pero bien merecidas se las tenía.
Doña Chole: Mija, pues entonces en vez de estar llorando, deberías estar contenta de haberte librado de ese gañán.
Toña: Pero a pesar de todo yo lo quería mamá. Me estaba enamorando de él, por eso me dolió tanto cuando supe la verdad por boca de la Doctora Salvatierra y el Ing. Químico Arismendi. Por eso estoy llorando, porque me estaba haciendo muchas ilusiones con él.
Doña Chole: Ay hija. El amor a veces es muy duro y más cuando nos damos un golpe así de plano, cuando vemos que las cosas no son como creíamos. Pero ya verás como con el tiempo te olvidas del tal Roberto y encuentras un hombre que sí te quiera de verdad.
Toña: ¿Tú crees que alguien me llegue a querer trabajando como una simple enfermera y viviendo en este barrio?
Doña Chole: (animándola) ¡Pos claro! Tú eres bien guapa, además el hombre que se vaya a casar contigo, no le va a importar si eres pobre o una riquilla. Te va a querer por lo que llevas adentro. ¡Ánimo mija que rete hartos hombres hay en el mundo y de sobra! (Se ríe).
Toña: (limpiándose las lágrimas) Tienes razón mamá. Gracias por darme ánimos. Te quiero mucho.
Doña Chole: Yo también mijita. Tú sabes que estos brazos siempre van a estar para ti, para consolarte y darte consejos.
Madre e hija se abrazan.
INT. / MANSIÓN ARISMENDI, CUARTO DE ROBERTO / NOCHE
Roberto está en su cuarto, empacando su ropa en una maleta, bastante molesto.
Roberto: Pues ni modo. Ya que la Toña no pudo caer, no tengo nada más que hacer en esta ciudad de porquería. Me tengo que ir para Europa mañana mismo antes de que me maten.
INT. / HOSPITAL SALVATIERRA, CONSULTORIO DE SARA / AL DÍA SIGUIENTE
Sara está en su consultorio, sentada y mirando con seriedad una carta que Panchita le entregó la noche anterior. En eso recuerda la conversación que tuvo con ella.
FLASH BACK
INT. / MANSIÓN SALVATIERRA, SALA / NOCHE ANTERIOR
Sara (impactada): ¿Cómo dices?
Panchita: Eso mismo que le acabo de decir mi niña. La señora Aurora no es hija de sus difuntos abuelos, que en paz descansen. Fue adoptada por ellos. Cuando la señora Aurora se enteró de eso, se puso furiosa y tal parece que fue la causante del accidente en que sus abuelos fallecieron, aunque de eso no estoy segura.
Sara: No me sorprendería que resultara ser verdad. Ella también les causó la muerte a mi mamá y a Carlos. Para mí es una asesina.
Panchita: El caso es que el señor Arismendi dejó dos testamentos. El válido lo hizo poco antes de morir, en el que declaraba como única heredera de sus bienes a su mamá. Ese testamento lo tiene un licenciado en su poder. El señor Arismendi dejó dicho el nombre en una carta que iba dirigida para ella, pero nunca la leyó. El testamento viejo, en el que el señor dejaba como herederas a su mamá y a su tía, es inválido, contando que la señora Aurora se aprovechó de ese testamento para modificarlo creyendo que sí era válido y dejarla a usted sin nada luego de la muerte de la señora Alma.
Sara: ¿Y mi tía no sabe de la existencia del testamento válido?
Panchita: No, afortunadamente no lo sabe, ni tampoco sabe de la existencia de esa carta que me encontré hace unos días cuando estaba limpiando el cuarto de su mamá. Usted tiene que reclamar lo suyo, evitar que esa mala mujer siga llevando buena vida a costa del mal que ha hecho.
FIN DEL FLASH BACK
Sara deja de recordar y aprieta la carta.
Sara: Tengo que contactar con el Licenciado que posee el testamento válido que dejó mi abuelo poco antes de morir. Esto era lo que necesitaba para quitarle la corona a mi tía y hacer justicia, que por cierto, ni siquiera mi tía es...
En ese momento, suena el teléfono. Sara lo contesta desde un botón para ponerlo en altavoz, sin tomar la bocina. Es su secretaria.
Secretaria: Doctora Salvatierra. Tiene una llamada de un hombre, que asegura necesitar hablar algo de suma importancia con usted. Se trata del jardinero de su casa.
Sara (alterada): ¡Pásame la llamada de inmediato!
Segundos después, la secretaria le ha pasado la llamada de don Eduardo a Sara. Ella contesta, esta vez con la bocina del teléfono.
Sara: ¿Sí, don Eduardo? ¿Es usted?
Don Eduardo: Sí señorita, soy yo (Habla desde una cabina telefónica). La llamo para decirle lo arrepentido que estoy de haberme llevado de esa manera a Angelito. Ya vi el noticiero y sé que hice mal y ahora estoy pagando por eso (Rompe a llorar).
Sara: ¿Por qué dice eso? ¿Qué pasó con Angelito, don Eduardo?
Don Eduardo: Él está muy grave, señorita. Está muy enfermo otra vez. Tiene mucho dolor y fiebre y ya no sé qué más darle para que se le baje. Usted no se imagina lo desesperado que estoy y no puedo regresar a la ciudad porque no tengo dinero suficiente, además tampoco podría teniendo a mi chamaquito así. Por favor ayúdeme, es más. Yo mismito me entrego a la policía, pero haga algo urgente para salvarle la vida a mi niño.
Sara: Escúcheme don Eduardo. Yo haré lo posible para Angelito sea traslado desde donde usted se encuentra hasta aquí y no se preocupe, no voy a denunciarlo ni nada por el estilo. Sólo le ruego que por favor no intente escapar de nuevo.
Don Eduardo: Claro que no señorita Sara. Tiene mi palabra y muchísimas gracias por ser tan buena conmigo. No me alcanzará la vida para agradecerle su bondad.
Sara: Ahora lo importante es la vida de Angelito. Dígame en dónde está con él específicamente para enviar una ambulancia o algún helicóptero hacia allá ahora mismo.
SAN BARTOLOMÉ
EXT. / HOTEL / DÍA
Unos paramédicos están sacando a Angelito inconsciente sobre una camilla del hotel, para trasladarlo desde el pueblo de San Bartolomé hacia la Ciudad de México. Don Eduardo va tras los paramédicos. Algunos residentes del hotel miran curiosos. Los paramédicos suben a Angelito a un helicóptero de emergencias médicas, en el que don Eduardo también sube. Inmediatamente, el helicóptero despega del suelo en dirección a la ciudad.
Don Eduardo: (tomando a Angelito de la mano) Señor, permite que mi niño resista hasta que lleguemos al hospital y pueda ser curado por ti a través de los médicos, por favor (Ora muy angustiado).
INT. / HOSPITAL SALVATIERRA, OFICINA DE DON OCTAVIO / DÍA
Sara va de un lado para otro, muy ansiosa. Están presentes Alberto y don Octavio. Éste último habla por teléfono.
Sara: Siento que se me va a salir el corazón del pecho Alberto. Tengo mucho miedo que le pase algo a mi niño. Espero que alcance a llegar aún con vida aquí al hospital para atenderlo en emergencias.
Alberto: Va a estar bien Sara. Confía en que sí. Vamos a ser felices con nuestro hijo. Te lo prometo (La toma de las manos).
Sara de los nervios, se abraza a Alberto. Él también la abraza de una manera muy cálida. En eso, Don Octavio cuelga el teléfono. Ellos se desprenden del abrazo.
Don Octavio: Me acaban de informar que ya vienen con Angelito para acá. Lo encontraron muy grave.
Sara: Pobre de mi niño. No veo la hora de verlo bien, de abrazarlo fuerte, de llenarlo de besos, de decirle que soy su mamá y que lo amo.
Don Octavio: Por lo pronto, deberíamos denunciar a tu tía, Sara. Ella debe pagar por lo que cometió años atrás.
Alberto: Por mí no habría ningún problema (Habla con dureza). Mi mamá ha sido mala y merece que caiga sobre ella todo el peso de la justicia.
Sara: Ya pasaron muchos años don Octavio. Sería ir a los tribunales y todo eso se llevaría un proceso muy largo, costoso y sería una pérdida de tiempo, además eso también afectaría de cierta manera a Irma.
Don Octavio: ¿Y piensas dejar que todo esto se quede impune? De hecho debiste habérmelo contado todo desde un principio Sara. Yo habría buscado la manera de que el castigo de Irma no fuera tan severo.
Sara: No quise hacerlo porque la muerte de Carlos estaba muy reciente. Usted y doña Claudia estaban devastados, además quería vengarme con mis propias manos de mi tía. Por eso Irma y yo planeamos volverla loca luego de que Alberto y Roberto regresaran de Estados Unidos (agacha la cabeza.. Todo comenzó esa noche en que organicé el evento para niños con cáncer y de un tiempo para acá, Irma se disfrazaba de una mujer aterradora para espantar a Aurora y hacerle confesar el lugar donde había dejado a mi hijo.
Alberto: Pero al final no valió la pena, porque el mismo destino se encargó de que encontráramos al niño. Ya usted sabe el resto de la historia doctor Salvatierra.
Don Octavio: En fin… Espero que hayas aprendido que las venganzas siempre son contraprucedentes Sara, de ellas no se obtiene nada bueno.
Sara: Créame que lo aprendí don Octavio. Lo cierto es que mi tía Aurora no va a seguir teniendo la buena vida que ha llevado todos estos años, sin sentir el más mínimo remordimiento por las cosas tan malas que ha hecho. Ya tengo en mis manos una manera de hacer justicia. Sólo voy a esperar a que mi Angelito se recupere para llevarla a cabo.
INT. / AEROPUERTO INTERNACIONAL DE MÉXICO / DÍA
Roberto está caminando en dirección a tomar su vuelo, con su maleta. Lleva puestos lentes de sol y se ve un poco nervioso. En eso, dos hombres misteriosos se acercan a él de manera violenta y lo acorralan con disimulo para no causar sospechas.
Roberto (asustado): ¿Quiénes son ustedes? ¿Qué quieren?
Hombre 1: Venimos de parte del jefe. ¿Creías que te nos ibas a escapar así de fácil? No carnal. Te tenemos muy bien vigilado.
Roberto: Díganle que conseguiré el dinero en una semana. Una semana como mínimo, pero no me hagan daño.
Hombre 2: Ya no se trata de una simple deuda Brother. También se trata de algo personal, por eso nos tienes que acompañar.
Roberto: Tengo que viajar. Es urgente. Mi tía está muy enferma (Miente).
Hombre 1 (molesto): ¡Nos vale tu tía! O nos acompañas por las buenas, o tendrá que ser por las malas.
Roberto (resignado): Está bien, está bien. Los voy a acompañar.
SEMANAS DESPUÉS
INT. / MANSIÓN ARISMENDI / DÍA
Sara está en la sala de la que una vez fue su casa, acompañada de un Licenciado mayor. Ella sostiene en sus manos una carpeta. En eso, Aurora aparece furiosa. Mario va tras de ella.
Aurora (furiosa): ¿Qué estás haciendo aquí Sara? ¿Para qué volviste después de tanto tiempo?
Sara: (sonriéndole con burla) ¿No te sorprende verme tía Aurora? Han pasando muchos años. Mira nomás como has cambiado, pero de nada te ha servido porque sigues siendo el mismo monstruo por dentro de siempre (Habla con seriedad).
Aurora: ¿Viniste a burlarte de mí? ¡Lárgate de mi casa negra desgraciada! Tú eres la culpable de que Alberto no volviera a dirigirme la palabra y no sólo eres la culpable de eso, sino que también intentaste volverme loca con la traidora de Irma. ¡Maldita!
Sara: ¿Y de qué te quejas? Te mereces que tu propio hijo te desprecie por ser la mujer que eres. Fuiste la culpable de la muerte de mi mamá y de Carlos ¡Tú abandonaste a mi hijo en un basurero! (Habla con rencor, pero solloza). Y no sólo eso, sino que también modificaste el testamento que dejó mi abuelo para dejarme sin nada luego de que mi mamá muriera.
Aurora: ¿Y a qué vienen todas esas reclamaciones? ¿Piensas denunciarme estúpida? Siendo así, bien puedes ir perdiendo el tiempo consiguiendo pruebas en mi contra.
Sara: Claro que no. La cárcel no es suficiente para ti. Mereces pagar una a una las humillaciones que me hiciste cuando era más joven. Y claro que las vas a pagar.
Aurora: ¡Vete de mi casa! ¡Lárgate negra miserable! (La toma de un brazo, pero Sara se suelta desafiante).
Sara: (gritando) ¡La que se va a largar eres tú Aurora! ¡Porque esta casa no es tuya, es mía! Y no sólo la casa, también toda la herencia, fortuna y bienes que mi abuelo le heredó a mi mamá.
Aurora: ¡Estás loca! Por si no lo sabías, en el testamento de mi papá, él me dejaba a mí como única heredera. A ti no te corresponde nada.
Sara: Eso es mentira. En el testamento de mi abuelo, él las dejaba a ti y a mi mamá como herederas de sus bienes, pero tú modificaste ese testamento a tu favor. ¿Se te olvida que yo me enteré y le conté a mi mamá? Ella te reclamó y ese mismo día murió, seguramente por el disgusto que le causaste (Se le saltan las lágrimas). Pero no contaste con algo…
Aurora (extrañada): ¿A qué te refieres?
Sara: Que mi abuelo, antes de morir, realizó otro testamento que dejó en manos del Licenciado Rodolfo Gutiérrez, que es quien vez a mi lado. En ese testamento, mi abuelo dejó como única heredera a mi mamá.
Sara le tira la carpeta a Aurora en una mesa. Aurora la toma con cierta desconfianza, la abre y lee los documentos que contiene dicha carpeta.
Aurora (agitada): No puede ser… Esto es falso, no es válido.
Licenciado Gutiérrez: Por supuesto que no lo es señora. El testamento es totalmente válido, porque fue el último escrito por el difunto señor Arismendi. El testamento que usted tiene en sus manos hace obsoleto el testamento viejo, que usted modificó a su favor.
Aurora (histérica): ¡Es mentira! (Rompe en varios pedazos todos los papeles).
Sara: (burlándose) ¿Para qué te molestas en romperlo si es sólo una copia? El original lo poseo yo. Ya oíste al Licenciado, así que vete de mi casa. Llévate toda tu ropa, no quiero que quede nada tuyo.
Aurora: ¡Maldita!
Sara: Tienes hasta esta noche para dejar la mansión. Yo siendo tú, empezaría a empacar mis maletas. Adiós tía. Espero que encuentres un lugar donde quedarte y agradece que no te saque, tal y como tú lo hiciste conmigo cuando te enteraste que estaba embarazada.
Sara se va con el Licenciado. Mario se queda sorprendido, mientras que Aurora rompe a llorar histérica y tira todos los objetos que encuentra a su paso.
Aurora: ¡Desgraciada! ¡La odio, la detesto! (Se agarra del cabello).
Mario se aturde por los potentes gritos de Aurora.
INT. / BODEGA ABANDONADA / DÍA
Roberto está amarrado a una silla, amordazado, sudado e inconsciente. Poco a poco, empieza a despertar. Frente a él ve a Fernando y a un hombre, del cual no puede verse su rostro.
Roberto: ¡Mmm! ¡Mmm!
Uno de los ayudantes del hombre, le quita la mordaza a Roberto.
Roberto: ¿Qué es esto? ¿Por qué me tienen aquí? ¡Llevo más de dos semanas encerrado! ¿Cuándo me van a soltar? (Histérico).
Fernanda: (sonriendo con burla) ¿Ya se te olvidó todo el daño que me hiciste, desgraciado? ¿Todavía te atreves a preguntar por qué te tienen aquí?
Roberto: Por favor Fernanda. Te suplico que me perdones, por favor. Ya aprendí la lección. Ya sé que te hice daño, pero me arrepiento. ¿Ok? Perdóname, suéltame.
Fernanda: No puedo. Lo siento, pero no puedo. Eso ya no está en mis manos. ¿También se te olvida la deuda que tienes con mi papá?
Roberto se ve acorralado, sin saber qué decir. Empieza a llorar cuando ve que Fernanda se va y se queda a solas con aquel hombre misterioso y su ayudante.
Hombre misterioso: Mátalo (Tira al piso un cigarrillo que se estaba fumando).
El hombre se va. El ayudante prepara el arma y Roberto empieza a respirar agitado.
Roberto: (gritando) No, por favor. ¡No me maten! ¡Se los suplico! ¡Nooooooooooo!
El tipo dispara, en medio del grito de Roberto.
INT. / HOSPITAL SALVATIERRA, HABITACIÓN DE ANGELITO / DÍA
Angelito está acostado en la cama, se ve más recuperado y animado y don Eduardo está con él.
Angelito: ¿Cuándo va a venir mi mamita, papito? La quiero ver.
Don Eduardo: Ya en esto mijito. Se fue a hacer unas diligencias, pero no tarda. Recuérdate que el Ing. Químico Arismendi también es tu papá biológico. Él fue quien te salvó la vida la primera vez.
Angelito: ¡Órale! Todos me van a tener envidia viendo que tengo dos papás tan buenos y una mamita tan linda (Se ríe).
En eso, Sara y Alberto ingresan a la habitación. Alberto trae un peluche enorme, que no lo deja ver.
Sara (feliz): ¿Cómo está mi niño hermoso?
Angelito: ¡Mamita, viniste!
Sara se acerca a su hijo y le da un fuerte abrazo. Angelito se lo corresponde de la manera más tierna. Sara no puede evitar que se le salten las lágrimas de felicidad y le un beso en la frente a su hijito.
Don Eduardo: Yo ya me voy pa’ al barrio señorita Sara. Les voy a llevar noticias a mis vecinos, que Angelito ya está mejor. Usted sabe que allá también lo quieren mucho.
Sara: Claro que sí don Eduardo. Y me les lleva muchos saludos a todos de mi parte, a doña Chole, a Elvira y al Chúmale.
Don Eduardo se va de la habitación.
Angelito: ¿Y quién es ese oso tan grande?
Alberto: (cambiando la voz) Me llamo Patricio. Soy un oso muy cariñoso. Me encantan los niños, cantar y jugar. ¿Quieres ser mi amigo Angelito?
Angelito: (riendo) Jajaja, sí.
Sara también se ríe. Alberto se retira el peluche y se lo entrega a Angelito. Luego también se acerca a su hijo y le da un beso en la frente.
Alberto: ¿Te gusta el regalo que te traje hijo?
Angelito: ¡Claro que sí papito! Me encanta. Ya tengo un chorro de peluches. Los tendré que compartir con mi amigo Marquitos cuando vuelva al barrio.
Sara: Mi amor, ya no vas a volver a ese barrio. Te vas a venir a vivir conmigo a un lugar mucho mejor, más amplio, donde vas a estar más cómodo y tendrás suficiente espacio para jugar con tu amiguito.
Angelito (emocionado): ¿De veras mamá?
Sara: Claro que sí. Vas a hacer muy feliz mi niño. Te lo aseguro, no te va a faltar nada y me vas a tener a mí siempre, para darte mucho amor.
Alberto: ¿Te gusta la idea Angelito? (Empieza a hacerle cosquillas).
Angelito: (riendo) ¡No, para papá! ¡Me vas a hacer reventar! ¡Jajajaja!
Alberto: ¿Ah sí? Pues yo te quiero ver reventar (Sigue haciéndole cosquillas).
Luego de unos segundos, Alberto deja de hacerle cosquillas a Angelito.
Angelito: ¿Y tú también vas a vivir conmigo y con mamá, papá?
Alberto y Sara se miran de una manera especial con la pregunta de Angelito. El niño sonríe pícaramente.
Sara: Bueno, pues… Sí. Vamos a hacer una familia y tú vas a hacer nuestro niño adorado.
Alberto (emocionado): ¿De verdad Sarita? ¿Eso quiere decir que…?
Sara: Sí Alberto. Ya lo pensé. Yo también te amo y todos mis sentimientos volvieron a surgir cuando te vi de nuevo. Quiero que seamos muy felices con Angelito.
Alberto y Sara se besan. Angelito se cubre los ojos.
Angelito: ¡No los estoy viendo!
Todos se ríen.
BARRIO “LA MOSCA”
Toña está por llegar a su casa. En eso se cruza con Mario.
Toña (sorprendida): ¿Mario? ¿Tú qué estás haciendo aquí? Pensé que no te volveríamos a ver por estos lares.
Mario: Es que se me acabó la chamba que había conseguido en la casa de una vieja riquilla. Resulta que se quedó en la calle y su sobrina le quitó toda la fortuna y lana que tenía, así que…
Toña: (completándole la frase) Se te acabó la mina de oro… ¿Y no te da vergüenza aparecerte por aquí después de tanto tiempo? (Indignada).
Mario: ¡Chale Toña! Si me vas a tratar así de feo, pues mejor me voy.
Toña: ¡Espérate menso! Yo no te estoy echando. Sólo te estoy diciendo las cosas como son. ¿Para qué volviste si tanto despreciabas vivir aquí? En tu casita ya viven una pareja de viejitos que no tenían donde más vivir, así que…
Mario: Sí, de eso me di cuenta hace unos momentos. Mira, ya me di cuenta que no sabe lo se tiene hasta que se pierde. Después de todo, aquí me acogieron muy bien cuando llegué, me ayudaron, me dieron una oportunidad que desaproveché, pero como te digo ya me di cuenta que hice mal en haber sido tan ambicioso.
Toña: Exactamente. Qué bueno que te diste cuenta de las cosas por ti solo y que reaccionaste, pero vamos, anímate. Eres de nuevo bienvenido aquí. Voy a hablar con mi mamá a ver qué podemos hacer por ti, pero eso sí… Es la última oportunidad que te damos, eh…
Mario: (sonriendo) Claro. Te prometo que voy a cambiar. Ya me voy a volver más trabajador, voy a chambear duro pa’ conseguir las cosas con esfuerzo. Ya lo verás.
Toña: Está bien, vamos…
INT. / CASA DE DOÑA CHOLE / DÍA
Doña Chole y Don Eduardo hablan.
Doña Chole: ¡Ay! ¡Qué alegría compadre! Qué bueno que Angelito ya está bien. Gracias a Dios. Nos tenía con el pendiente a todos, primero con su desaparición y después con que Angelito se había puesto mal otra vez, pero menos mal todo se solucionó.
Don Eduardo: Sí comadre. Yo también estoy feliz y muy agradecido con la señorita Sara y el joven Arismendi que no me denunciaron con la policía y me van a seguir dejando ver a mi Angelito. Ellos sí que son buenas personas.
Doña Chole (curiosa): Y todas estas… ¿Ellos no se van a casar? Porque hacen rete bonita pareja, ¿no lo cree?
Don Eduardo: La verdad no lo sé comadre, pero de que se casan, se casan porque a leguas se les nota que andan bien enamorados el uno del otro.
Doña Chole: Sí, de eso me di cuenta yo también aquel día que vinieron aquí para conocer toda la historia de Angelito y de cómo creció. Los dos me cayeron muy bien, a todos.
INT. / MANSIÓN ARISMENDI, SALA / NOCHE
Unos hombres están sacando todas las pertenencias de Aurora a la calle, su ropa, perfumes, sombreros, abrigos. Ella llora y grita desesperada.
Aurora: ¿En dónde se metió el imbécil de Mario? ¡Me tiene que ayudar! No puede permitir que estos intrusos saquen mis cosas a la calle (Desesperada).
Panchita: Él se fue señora.
Aurora: ¿Cómo que se fue? ¿Qué sabes tú?
Panchita: Eso mismo. Mario se fue, pero me dejó dicho antes de irse que había sido un placer trabajar para usted todos estos años, pero que ya que iba a cambiar de patrona, prefería irse él mismo antes de que lo echaran.
Aurora: ¡Idiota! ¿Cómo me pudo hacer eso? ¡Malnacido! (Histérica).
En eso, llega Alberto algo triste. Aurora se acerca a él.
Aurora: ¡Hijo! Tienes que hacer algo. Estos hombres me están desalojando de mi propia casa. La negra de Sara vino esta tarde diciéndome que ella es la dueña de todo. Vino con un Licenciado, pero eso no puede ser. Yo soy la heredera de tu abuelo y toda la parte de Alma pasó a ser mía cuando se murió. Sara no puede quitarme nada, porque ella no reclamó lo que le correspondía años atrás, por tanto tiene derecho.
Alberto: ¡Ya basta mamá! (Furioso) Nada de lo que dices es verdad. Toda la confianza que tenía en ti, la perdiste. Te desconozco.
Aurora: Pero Alberto…
Alberto: ¡Suficiente! Escúchame. Te vas a ir de esta mansión, quieras o no, porque nada de esto es tuyo. Has cometido muchos crímenes. ¿Te das cuenta?
Aurora: Yo sólo he sido una víctima (Llorando). ¡Y no merezco que me trates de esta manera! ¿Qué clase de hijo eres? ¿Cómo puedes preferirme por encima de Sara? Si Roberto estuviera aquí, me defendería.
Alberto: (con la voz quebrantada) Roberto está muerto. La policía encontró su cuerpo sin vida esta tarde en una bodega abandonada. Tal parece que fue asesinado por unos narcotraficantes, los mismos para los que trabaja cuando vivíamos en Estados Unidos.
Aurora: Eso no es verdad… Mi hijo no… Roberto no puede estar muerto. Dime que no es verdad (Histérica).
Alberto: Tienes que calmarte mamá. La misma policía me llamó y yo fui a reconocer el cuerpo.
Aurora: (derrumbándose en el piso) ¡Noooo! ¡Cállate! ¡Roberto, no! ¡Fue Sara! ¡Ella lo mató, Maldita! ¡Ella mató a mi hijo! ¡Ella lo mató!
En eso, los hombres toman a Aurora de los brazos y la sacan a la fuerza de la mansión. Aurora no se queda sin protestar, pegando gritos estrepitosos. Alberto se queda sin hacer nada, pero en el fondo le duele mucho la situación. Panchita niega con la cabeza.
DOS AÑOS DESPUÉS
EXT. / MANSIÓN ARISMENDI, JARDÍN / DÍA
Ya han pasado dos años. Hace un día muy bonito, con cielo azul y un clima cálido. Sara y Alberto están sentados sobre el césped. Él la abraza a ella y ven como Angelito juega con su pequeña hermanita.
Sara: ¿Sabes mi amor? Te tengo que contar un par de noticias.
Alberto: ¿Ah sí? ¿Cuáles son? (La besa).
Sara: Fíjate que don Eduardo y doña Chole se van a casar dentro de dos semanas y nos escogieron como padrinos de la boda. Tenemos que ayudarlos e ir pensando en el regalo de bodas que les vamos a dar. Y también me enteré que Antonia y Mario ya están esperando su primer hijito. Afortunadamente don Octavio le dio trabajo a Mario como chofer en la mansión y con eso viven muy bien.
Alberto: Me alegra por ellos. La vida de todos cambió mucho y para bien. Y la de nosotros también, pues somos muy felices con nuestros hijos. Te amo Sarita.
Sara: Yo también te amo Alberto, pero espérate que aún no termino y me falta contarte una noticia más (sonríe muy feliz).
Alberto: Bien, entonces dímela que como ansias.
Sara: Prepárate porque vamos a ser papás de nuevo. Vamos a tener otro Angelito.
Alberto (emocionado): ¿De verdad, mi amor?
Sara: Sí. ¡Qué alegría! Otro Angelito que nos va a hacer más felices.
Los dos se besan de una manera muy romántica y tierna, durante un largo rato al tiempo que la escena se va alejando y ellos aún siguen sumisos en aquel beso en medio de la breve brisa de ese campestre jardín. Se ve como los niños siguen jugando.
EXT. / CALLES DE LA CIUDAD / DÍA
Aurora camina por las calles. Se ve irreconocible, pues camina descalza, con ropa andrajosa y sucia, despeinada y desaliñada. Muchos transeúntes pasan a su lado y la miran con desprecio.
Aurora: Una monedita… Señor, una moneda. Señora, por favor me puede dar una moneda (Pidiéndole a la gente). ¿Será que alguien me puede dar algo? ¡Señor…! Tengo que alimentar a mi bebé, a un niño que me encontré en un basurero.
La mujer, en medio de su locura, sostiene entre sus manos envuelto entre mantas, un muñeco de plástico con forma de bebé.
Aurora: Tengo que alimentar a mi Robertito, por favor. Denme alguna monedita, ¿sí?
En eso, todas las personas se quedan quietas y paran de caminar. Miran a Aurora, quien comienza a gritar aterrada al ver entre los rostros de las personas, rostros diabólicos que vienen hacia ella para atraparla.
Aurora: ¡Nooooooooooo! ¡Déjenme! ¡Déjenme!
Y a lo lejos, Aurora observa la figura de su hermana Alma sonriéndole con burla.
FIN
Escrito por Aleja Soto
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