Friday, May 22, 2015

Capítulo 9: Reencuentro

INT. / HOSPITAL SALVATIERRA, HABITACIÓN DE ANGELITO / DÍA

Don Eduardo entra a la habitación con un oso de peluche. Angelito al verlo, se pone feliz y cuando don Eduardo se acerca a la cama, lo abraza. Toña observa con ternura.



Angelito: ¡Papito! ¡Viniste! (Lo abraza).

Don Eduardo: Sí, mijo. ¿Cómo crees que no iba a venir? Me imaginé que estarías en la cama, enfermo, pero ya veo que estás más fuerte que un roble (Ríe). Mira lo que te traje (Le entrega el peluche).

Angelito: (recibiendo muy feliz el peluche) ¡Es Winni-Poh! ¡Gracias papito! Ya quiero salir de aquí para ir a la casa de la doctora bonita y jugar con Marquito.

Don Eduardo (extrañado): ¿Cómo que a la casa de la doctora Sara? ¿A qué te refieres mijito?

Toña: Es que figúrese que la doctora Sara le dijo Angelito que usted y él se van a ir vivir a la casa de ella cuando le den de alta al niño. Ya ve usted que Angelito se acostumbró al buen servicio del hospital y pues no quiere volver al barrio.

Don Eduardo (apenado): Entonces tendré que hablar con ella. Se me cae la cara de la vergüenza con la señorita Sara y su familia, que ya bastante buenos han sido atendiendo a Angelito en este hospital sin papeles.

Angelito (triste): ¡Pero apá! Si ella me lo prometió y yo quiero vivir en su casa.

Don Eduardo: Después hablamos de eso hijo. Nuestro lugar está allá en la colonia, así que no te hagas ilusiones, eh.

Angelito pone una cara triste, abrazando a su peluche de Winni-Poh.

INT. / HOSPITAL SALVATIERRA, PASILLOS / HORAS DESPUÉS

Sara camina por un pasillo acompañada de una enfermera. 



Sara: Quiero que los niños con las quemaduras más graves estén en vigilancia las veinticuatro horas. Iré programando con los cirujanos plásticos las cirugías reconstructivas. Y sobre todo, manténganme informada de cualquier complicación. 

Enfermera: Perfecto doctora.

La enfermera se retira. En eso, Sara se encuentra con Irma, quien aún sonríe feliz por haber aprobado su examen. 



Irma: ¡Sara!

Sara: (sonriéndole) Hola Irma. Te noto muy contenta. ¿Pasó algo?

Irma: Sí, pasó algo estupendo para mí. Logré aprobar el examen profesional de la universidad con honores y todo. ¿Te das cuenta? ¡Ya puedo empezar a desempeñarme como oftalmóloga aquí en el hospital! (Emocionada).

Sara: Me alegra mucho por ti. Ese será un orgullo más para don Octavio. Aprovechando que te veo, quiero preguntarte si todo está saliendo como lo hemos planeado.

Irma: Por supuesto que sí. Y pensar que todavía lo peor no ha llegado para Aurora.

Sara: (sonriendo con malicia) Sí, tienes razón. Esa mujer no se espera nada, pronto le daré el golpe final en el que haré que pague por todo lo que hizo. ¡Haremos justicia Irma! Y si Dios quiere, podré encontrar a mi hijito (Dice con nostalgia). ¿Sabes? Por estos meses ya debe tener seis añitos. Cómo quisiera tenerlo entre mis brazos, abrazarlo…

Irma: Todavía sigo muy arrepentida por haber hecho parte de una salvajada como esa. Por eso, como una manera de compensar el daño que yo también te hice, es que podrás contar conmigo para todo, Sara, para aplastar a Aurora Arismendi y hacer que pague por su mal (La toma de las manos).

Sara (solloza): Gracias Irma. Lo sé. ¿Te digo algo? El hijo de don Eduardo, nuestro jardinero, no sé por qué, pero me inspira una gran ternura, un afecto inexplicable… En un momento dado, lo abracé y no sabes la mezcla de sentimientos que vinieron a mí.

Irma: ¿Estás pensando que ese niño pueda ser tu hijo? Eso sería imposible Sara. Él es hijo de don Eduardo.

Sara: Sí, por un momento se me cruzó por la cabeza, pero sé que son ideas salidas de lugar. En todo caso, le prometí al niño que cuando le dieran de alta, lo llevaría a vivir a la mansión con don Eduardo. No te imaginas. El pobrecito me contó la vida tan dura que lleva con su papá en el barrio donde viven.

Irma: ¿Estás segura de eso? En mi opinión no deberías involucrarte tanto con niños ajenos. Puedes terminarte encariñando con ellos más de lo que piensas y eso no sería bueno.

Sara: No te preocupes Irma. Sólo tengo ese sentimiento de querer ayudarlo, de convertirme en su benefactora, que sea como todos los demás niños y no se limite a una vida de pobreza, nada más. Sólo espero que pronto aparezca algún donante de médula que sea compatible con él. Resulta que tiene leucemia (preocupada).

Irma (sorprendida): ¿Leucemia? Es increíble como enfermedades tan terribles lleguen a afectar a niños inocentes.

INT. / HOSPITAL SALVATIERRA, LABORATORIO / DÍA



Alberto está con el Dr. Quiñones, hablando.



Alberto (preocupado): ¿Leucemia? ¿Me dice usted que ese niño tiene leucemia?

Dr. Quiñones: Así como lo oye Ing. Químico Arismendi. Es lamentable, pero ese fue el resultado de los análisis de sangre que le practicamos. La manera de salvar su vida es hacerle un trasplante de médula. El más idóneo para eso sería su padre, si él está dispuesto a ello.

Alberto: Hablaré con él en cuanto antes. Esa es una enfermedad bastante grave, que si no se trata a tiempo puede resultar mortal. Gracias Dr. Quiñones.

INT. / MANSIÓN ARISMENDI, HABITACIÓN DE AURORA / DÍA

Aurora está tomándose un relajante baño de espuma en su amplia tina, mientras habla consigo misma con los ojos cerrados.



Aurora: Ya es suficiente. Ya no tengo por qué traumatizarme por las cosas que he visto. Eso que vi en el hospital me dejó muy nerviosa y por eso vi ese mensaje que vi escrito en el espejo. Eso es todo. Lo que necesito son unas deliciosas vacaciones en las Bahamas, rodeada de sirvientes que estén atendiéndome las veinticuatro horas del día (sonríe). Esa es justa la vida que me merezco. 

La mujer siente que el agua está un poco extraña, por lo que abre los ojos y los pone como platos al ver como toda la espuma y el agua se han puesto rojas como sangre espesa. Aurora comienza a respirar agitada y ve como sus manos se han manchado de sangre, al igual que todo su cuerpo por la coloración del agua.

Aurora (aterrada): ¡Nooooooooooo! ¡Esto no puede ser!

Las luces del baño comienzan a parpadear. Aurora no sabe qué hacer ante eso. Está inmóvil, pero en un momento dado sale de la tina a toda prisa, se cubre con una toalla, pero en el afán de salir del baño, se resbala y se golpea la cabeza con un taburete. Mario entra al baño rápidamente y corre a levantar Aurora que se ha hecho una herida en la frente por el golpe.



Mario: Aurorita, mi princesa. ¿Qué pasó? ¿Te caíste?

Aurora: (abrazándose asustada a Mario) ¡El agua! El agua estaba roja, era sangre. ¡Era sangre!

Mario se acerca a la tina, pero ve el agua espumada normal. Mario le sonríe burlón a Aurora.

Mario: Me da que estás mal del coco mi princesa. Yo veo el agua normal. 

Aurora: ¡No! Te estoy diciendo que estaba roja. De un momento a otro se puso así cuando me estaba bañando (Rompe a llorar). No entiendo qué es lo que me está pasando, no entiendo nada (Dice muy exasperada). 

Mario le corresponde el abrazo a Aurora y aprovechándose de la situación, comienza a tocarla.

Mario: Ya mi amor. Tranquila que aquí estoy yo para consolarte (Empieza a besarla por el cuello).

Aurora: (alejándose de él) ¡Ahora no tengo tiempo para esto! ¡Se trata de algo serio, imbécil! ¿Te parece poca cosa lo que me está pasando? 

Mario: Sólo estoy tratando de tranquilizarte mi princesa, no te me enojes.

Aurora: ¡Pues entonces no me consueles! ¡Idiota!

Mario (enojado): Bueno, bueno. Si no me necesitas, pos entonces me voy. Ahí te las arreglas tú sola.

Aurora: (deteniéndolo) ¡No, espera! Quédate. ¡Es una orden! Pero no intentes sobrepasarte conmigo porque no tengo cabeza para nada más ahora. ¿Entendido? 

Mario observa a Aurora y asienta con la cabeza. Ella aún sigue muy nerviosa.

INT. / HOSPITAL SALVATIERRA, CAFETERÍA / DÍA

Alberto y don Eduardo están hablando, cada uno bebé un café ocupando una de las mesas.



Don Eduardo (preocupado): ¿Cómo que mi chamaquito tiene una enfermedad grave? ¿Qué me quiere decir con eso, doctor? ¿Se me va a morir?

Alberto: Claro que no don Eduardo. Escúcheme. Angelito tiene leucemia. Esa enfermedad es una especie de cáncer en la sangre. El caso es que si esta enfermedad no se trata a tiempo, le puede resultar mortal al niño, por eso necesito hablar seriamente con usted.

Don Eduardo: Entonces dígame doctor. ¿Le van a salvar la vida a mi hijito?

Alberto: Eso depende de usted. Ya que usted es su padre y por tanto tiene el mismo grupo sanguíneo de Angelito, lo que podemos hacer es que le done su médula para combatir la enfermedad.

Don Eduardo: La neta es que no le entiendo muy bien doctor. ¿Cómo grupo sanguíneo?

Alberto: El mismo tipo de sangre para que me entienda mejor, lo cual es obvio ya que es usted es su papá. Esa es casi que la única manera de salvarle la vida a Angelito.

Don Eduardo se impacta al oír a Alberto, pues ya que Angelito no es su hijo biológico y por tanto no tienen el mismo tipo de sangre.

Don Eduardo (consternado): ¿Y no se puede hacer la donación de médula que usted dice sin que yo tengo la misma sangre?

Alberto: Claro que no. Se necesita compatibilidad. ¿Pero por qué me hace usted esa pregunta? ¿No está dispuesto a donarle la médula a su hijo? (Extrañado).

Don Eduardo (asustado): No es eso, doctor. Es que… Yo no puedo.

Alberto: ¿Cómo que no puede si es el padre del niño? La vida de Angelito depende principalmente de usted don Eduardo. Es el único familiar que tiene el niño.

Don Eduardo: Es que usted no sabe (Rompe a llorar). Doctor, la verdad es que Angelito no es mi hijo.

Alberto (sorprendido): ¿Cómo?

INT. / HOSPITAL SALVATIERRA, RECEPCIÓN / DÍA

Toña está en la recepción de espaldas, revisando unos papeles. En eso, Roberto se acerca a él en pasos silenciosos y esconde algo entre las manos.



Roberto: Hola preciosa. ¿Cómo estás?

Toña: (volteándose sorprendida) ¡Roberto! ¿Qué estás haciendo aquí?

Roberto: (sonriéndole) Vine a verte. La verdad es que no he dejado de pensar en ti un solo momento y por eso, con tal de verte te traje estas hermosas flores, tan hermosas como tú (Le entrega un ramo de rosas).

Toña: ¡Ay Roberto! Estás bellísimas. Mil gracias (Las recibe sonriendo). Pero ahora no podemos hablar. Estoy en plena chamba y tengo mucho qué hacer. Discúlpame.

Roberto: Jajaja. Yo no tengo nada que disculparte (Le acaricia la mejilla con suavidad). Sólo quiero que sepas lo mucho que me encantas. Eres la mujer más espectacular que he conocido y estoy empezando a sentir por ti algo muy especial.

Toña (avergonzada): Mejor vete. Luego hablamos, ¿sí? Mira que no quiero ganarme un regaño o un llamado de atención.

Roberto: Está bien, pero prométeme que saldrás conmigo esta noche. 

Toña: ¡Sí, está bien! Te lo prometo, pero de verdad Roberto. Tengo que chambear. Gracias por las flores que está rete bonitas, eh. 

Toña se va a toda prisa de la recepción. Roberto sonríe satisfecho y habla para sí mismo.

Roberto: ¡Eso es! Vas a ver cómo caerás rendida a mis pies, hermosa.

Luego de unos segundos Roberto se va del hospital.

INT. / HOSPITAL SALVATIERRA, CAFETERÍA / DÍA

Alberto sigue sorprendido por la confesión inesperada de don Eduardo, quien llora.



Alberto: ¿Qué me está diciendo don Eduardo? ¿Cómo que Angelito no es su hijo? Entonces…

Don Eduardo: (interrumpiéndolo) Pos así como lo oye doctor. Angelito no es mi hijo de sangre, pero eso no le quita que siga siendo mi hijo. Yo lo crié como si fuera mío y he sido un padre para él.

Alberto: Esto me toma por sorpresa don Eduardo. ¿Es por esa razón que el niño no tenía papeles de ninguna clase?

Don Eduardo: (asentando con la cabeza) Sí. Verá usted. Yo una noche me lo encontré siendo apenas un bebecito tirado en unas cajas de cartón del barrio donde vivo. Esperé un tiempo para ver si alguien lo venía buscando, pero no apareció nadie y decidí adoptar al niño como mío en conjunto con mis compadres del barrio. Ellos me han ayudado todos estos años a criarlo y pues yo no le saqué ningún papel de identificación o acta de nacimiento ni nada esas cosas por descuido, por miedo a que pensaran que me lo había robado.

Alberto: Con esto la situación se hace muy difícil. ¿Se da cuenta? Si Angelito no tiene ningún familiar que conozcamos, algún pariente de sangre, será muy difícil encontrar algún donante compatible.

Don Eduardo: (llorando) ¿Entonces qué va a pasar con mi chamaquito, doctor? Él no se me puede morir. Eso no.

Alberto: Por favor escúcheme. No se desespere. No hay peor lucha que la que no se hace. Yo le prometo que haré todo lo que esté a mi alcance para encontrar el donante que Angelito necesita. Eso se lo aseguro. Tenga fe.

Don Eduardo: Gracias doctor. Es usted un hombre bueno. Dios lo bendiga y lo escuche. 

Alberto: Esperemos que sí. Confiando en Él, Angelito se librará de esa enfermedad.

INT. / MANSIÓN SALVATIERRA, CUARTO DE IRMA / NOCHE

Doña Claudia toca la puerta del cuarto de Irma.



Doña Claudia: (tocando) ¿Irma? ¿Estás ahí, hija? (Deja de tocar). Tal parece que no ha llegado.

La mujer decide entrar al cuarto, sorprendiéndose al ver que su hija tiene la ropa lavada, doblada sobre la cama.

Doña Claudia: ¡Ay esta muchacha! Me imagino que con el examen, no ha tenido tiempo ni para organizar su cuarto pues aquí tiene la ropa lavada y planchada, sin guardar.

Ella abre el armario de Irma para poner la ropa en el lugar que le corresponde, sin embargo se encuentra con algo que la deja desconcertada, pues encuentra colgada una bata blanca sucia, manchada de rojo. En eso, Irma entra al cuarto.



Irma (sorprendida): ¿Mamá? ¿Qué estás haciendo aquí? ¿Por qué entraste a mi cuarto?

Doña Claudia: Irma… ¿Me puedes explicar por qué tienes esta ropa guardada en tu armario? (Toma la bata y se la muestra a Irma). Es de muy mal gusto. ¿Ves la mancha? Parece sangre.

Irma (extrañada): Esa bata no es mía. Ni siquiera sé qué hacía guardada ahí.

Doña Claudia (sorprendida): ¿Estás segura?

Irma: Claro, además tú sabes que no me gusta usar ese tipo de cosas. ¿Por qué tendría yo guardado algo así en mi armario?

Doña Claudia: Entonces si no es tuya, ¿de quién puede ser y por qué estaba colgada en tu armario?

Irma: La verdad no tengo la menor idea. Supongo que es de la sirvienta que se confundió, no sé. 

Doña Claudia: ¿Será? En fin, discúlpame hija. Me puso un poco nerviosa al ver esto entre tus cosas. Se ve macabro. Me lo llevaré y le preguntaré a la empleada si es de ella. Buenas noches (le sonríe).

Irma: Buenas noches mamá. Qué descanses.

Doña Claudia sale del cuarto con la bata. Irma cierra la puerta y se queda pensativa.

EXT. / PARQUE / NOCHE

Roberto y Toña caminan a pasos lentos por un parque no tan desolado.



Toña: Muchas gracias por haberme llevado a ese restaurante tan finolis Roberto. La comida estaba rete deliciosa.

Roberto: Me alegra que te haya gustado. ¿Y a dónde quieres que vayamos ahora?

Toña: Pues me gustaría irme ya para mi casa. Mi mamá se puede molestar conmigo por llegar más tarde de la hora en la que llego todos los días.

Roberto: ¿Tan pronto? Pero si aún no son las nueve. Es temprano y yo quiero pasar más tiempo contigo (Paran de caminar al mismo tiempo). Antonia… ¿Quieres ser mi novia?

Toña (sorprendida): ¿Yo tu novia? ¡Ay Roberto! Me da que todavía es un poco aligerado. Hace no más de una semana nos conocemos. ¿No crees?

Roberto: Pero eso me ha sido suficiente para darme cuenta que eres una mujer fascinante. ¿Por qué no lo intentamos?

Toña (indecisa): No lo sé... (Pensando: ¡Me muero por decirle que sí! Pero no puedo. En cuanto sepa donde vivo saldría corriendo).

Roberto: ¿Estás indecisa? Hagamos una cosa. ¿Por qué no lo piensas, tomas una decisión y luego hablamos? Estoy dispuesto a conocer a tu mamá y presentarme con ella como tu novio oficial, para que vea que mis intenciones contigo son buenas. ¿Qué dices?

Toña: Está bien. Lo voy a pensar y hablamos luego. Por aquí pasa mi autobús, así que esta vez no es necesario que me lleves. Buenas noches.

Roberto: Claro que no. Eso no sería caballeroso de mi parte. Mi deber es llevarte hasta tu casa o lo hacemos como ayer, en que te dejé cerca.

Toña: Gracias, pero no insistas por favor. ¿Sí? Es que no te quiero molestar y yo tampoco quiero parecer una aprovechada. Mejor dejémoslo así. 

Roberto: Ok. ¿Y no me piensas dar un beso de despedida? (Le sonríe pícaramente).

Toña le sonríe y le da un beso en la mejilla, pero para su sorpresa, Roberto la toma del rostro con ambas manos y la besa. Ella le corresponde, pero de inmediato se separa avergonzada.

Roberto: (fingiendo pena) Discúlpame. Fue en un arranque. Yo lo siento mucho…

Toña: Está bien, déjalo así. 

Toña se va caminando algo sorprendida y molesta por el beso. Roberto sonríe.

DÍAS DESPUÉS
INT. / HOSPITAL SALVATIERRA, LABORATORIO / DÍA




Alberto está revisando el resultado de unos análisis de sangre masivos que ha practicado a varias personas del hospital y donantes, análisis que él mismo se ha practicado.



Alberto (sorprendido): Esto es increíble… Yo soy compatible con Angelito (sonríe feliz). Gracias Dios mío. ¿Quién lo pensaría? Yo seré quien le salve la vida a ese niño. Yo le podré donar mi médula.

INT. / HOSPITAL SALVATIERRA, HABITACIÓN DE ANGELITO / DÍA

Sara se encuentra hablando con don Eduardo. Angelito está jugando un juego muy entretenido en una tablet, acostado sobre la cama y riendo.



Don Eduardo: ¡Qué contento se ve mi chamaquito jugando en ese aparato! (ríe). Pero me da vergüenza con usted señorita Sara. Yo no quiero que se tome esas molestias, regalando cosas tan costosas.

Sara: ¡Ay don Eduardo! Para mí no es ninguna molestia. Todo lo contrario, es un gusto enorme hacerle los días más felices a Angelito. Le he tomado mucho cariño a su hijo. Por eso no es justo que tanto usted como él sigan viviendo en ese barrio de pocos recursos económicos. Venga a vivir a mi casa con él.

Don Eduardo: Eso sí que no señorita. Se me cae la cara de la vergüenza con usted, además mi lugar está allá en el barrio, con mi comadre y mis conocidos. Usted entiende.

Sara: La verdad es que no lo entiendo. Discúlpeme, pero no me parece justo que teniendo la oportunidad de darle una vida mejor a su hijo, lo limite a la que ha llevado todos estos años. Vamos don Eduardo, acepte, no tiene por qué sentir vergüenza. Le repito que lo hago con todo el gusto del mundo.

Don Eduardo (indeciso): Es usted muy buena señorita Sara, pero no sé… Echándole cabeza a las cosas, usted tiene razón, pero…

Sara: ¿Pero qué? ¿Qué le impide aceptar mi ayuda? Mire que si se va a vivir a mi casa, eso no tendría nada de raro. Seguiría trabajando, recibiendo su paga quincenal, viviendo como todos los demás empleados que viven allá.

Don Eduardo: Bueno, déjeme pensarlo tan siquiera y después le doy una respuesta.

Sara: Espero que esa decisión sea la mejor. Piense siempre en el futuro de Angelito, don Eduardo.

En eso, tocan la puerta.

Sara: Adelante.



Toña: (entrando a la habitación) Con permiso Doctora Sara. Vengo a decirle a don Eduardo que el Ing. Químico necesita hablar con él. Dice que es de un asunto urgente.

Sara: Siendo así, vaya a hablar con él don Eduardo. Imagino que es para organizar el trasplante de médula que usted le donará a Angelito, ya que es el único compatible con él.

Don Eduardo (nervioso): Sí señorita, así es. Hasta luego.

Sara: Hasta luego don Eduardo.

Don Eduardo se retira con Toña. Sara se sienta al lado de Angelito en la cama y comienza a jugar con él en la tablet. Por alguna razón, Sara siente una fuerte conexión con el niño, una conexión especial que no puede describir y que la hace sentir un cariño natural por Angelito.

INT. / MANSIÓN ARISMENDI, COCINA / DÍA

Aurora entra a la cocina, usando una bata. Tiene el cabello suelto y está desmaquillada.



Aurora: ¿Panchita? ¿En dónde demonios te metiste? ¡Lo que me faltaba! No hay nadie en casa. ¿Cómo se atreven a dejarme sola? (Comienza a ponerse nerviosa). ¡Estoy rodeada de ineptos, estúpidos!

En eso, el televisor ubicado en la cocina en el que Panchita acostumbra a ver sus telenovelas, se enciende solo. Aurora se queda sin habla, totalmente aterrada al ver como en el televisor está ella, siendo grabada de espaldas. Ella no se atreve a voltear y cierra los ojos, sintiendo como los nervios se apoderan de ella.

Aurora: (susurrando) Por favor, déjame en paz. Yo no tengo a tu hijo. Yo no lo tengo, no lo maté. Por favor (Rompe a llorar aún con los ojos cerrados).

Aurora abre con lentitud sus ojos y ve que aún es grabada de espaldas en el televisor, pero de repente la imagen cambia y se ve a una mujer aterradora, ensangrentada y sosteniendo a un bebé entre los brazos dentro de un cuarto oscuro y comienza a acercarse lentamente, como si se dirigiera a salir del televisor.



Aurora: ¡Nooooooooooo! (Se agarra del pelo, desesperada). ¡Ya no más, déjame en paz! ¡Muérete!

La mujer toma el control remoto, pero el televisor no apaga y al ver como la mujer se acerca cada vez más, sale corriendo de la cocina y se topa con Panchita. 



Panchita (preocupada): ¡Señora! ¿Qué le pasa? ¿Por qué grita así?

Aurora: ¡Una mujer, dentro del televisor! (Llorando desgarrada). ¡Aaaaaaaaaaaah! Llama a la policía Panchita. (Se comporta como una psicópata) Hay alguien más dentro de esta casa, me estaba grabando. ¡Llama a la policía!

Panchita: Señora Aurora, por favor cálmese. En la casa no hay nadie más.

Aurora: ¡Te estoy diciendo que sí! Tenemos que llamar a la policía. 

Aurora en vez de tomar el teléfono inalámbrico, toma un banano y hace como si estuviera hablando a través de él. Panchita la mira muy asustada.

Aurora: ¿Sí, aló? ¿Policía? Vengan en cuanto antes a la mansión Arismendi. Tengo un psicópata viviendo dentro de mi casa. Creo que es una mujer, sí…

INT. / HOSPITAL SALVATIERRA, CONSULTORIO DE ALBERTO / DÍA

Don Eduardo habla con Alberto. Cada uno está sentado en su respectivo puesto frente al escritorio.



Don Eduardo (feliz): ¿Ya encontró un donante para mi hijito, doctor? ¡Qué excelente noticia! ¡Gracias a Dios!

Alberto: (sonriendo) Así es don Eduardo. Pero no le he contado aún quién es ese donante.

Don Eduardo: Sea quien sea, le estaré la vida entera, agradecido por lo que va a ser mi chamaquito. Tengo que hablar con esa persona para darle las gracias.

Alberto: Pues esa persona soy yo, don Eduardo. Me practiqué los análisis y resulté compatible, milagrosamente con Angelito.

Don Eduardo (sorprendido): ¿Usted? ¡Eso sí que no me lo esperaba! De verdad que es milagro. Es usted un ángel Doctor, un ángel que Dios me mandó para salvarle la vida a mi Angelito. Mil gracias. Dios se lo pague.

Alberto: Lo hago con mucho gusto y para mí es una satisfacción muy grande saber que podré salvarle la vida a un niño. Sólo que para el trasplante, necesito que firme un par de permisos y papeles requeridos.

Don Eduardo: Yo le firmo lo que sea Doctor, ahora mismo si quiere, con tal de que mi niño esté bien en cuanto antes.

UN PAR DE DÍAS DESPUÉS

Ya se ha llevado a cabo el trasplante de médula de Alberto hacia Angelito. El niño se recupera satisfactoriamente en su habitación. Toña le da de comer. Sara lo examina.



Sara: ¿Y cómo te sientes mi amor?

Angelito: Bien doctora, aunque me duele tantico por aquí (Señala el lado izquierdo de su cadera), pero de resto, me siento mejor.

Sara: Me alegra mucho. En poco tiempo ese dolorcito te irá desapareciendo (Le sonríe con ternura). Enfermera Antonia, no lo descuide por favor.

Toña: Claro que no doctora. 

Sara: (a Toña) Por cierto, ¿no sabe si el Ing. Químico está en el hospital? Me gustaría darle las gracias por lo que hizo por Angelito. Me enteré que no fue don Eduardo quien le donó su médula, sino el Ing. Químico.

Toña: Sí, así fue. Don Eduardo me comentó a mí y a mi mamá que fue por su edad (Miente pues ella conoce la razón por la que don Eduardo no pudo donarle la médula al niño). En cuanto al Ing. Químico, sí. Me parece que hoy regresaba al hospital porque estaba incapacitado unos días por el trasplante.

Sara: Perfecto. Gracias (le sonríe).

Sara sale de la habitación.

INT. / MANSIÓN ARISMENDI, CUARTO DE AURORA / DÍA

Un psiquiatra termina de examinar a Aurora que está acostada sobre la cama. El psiquiatra se acerca a Roberto y le habla en voz baja.



Roberto: ¿Cómo encuentra a mi madre, doctor?

Psiquiatra: La veo bastante alterada, joven. Está presentado un cuadro de esquizofrenia por lo que ella misma me contó. Ve alucinaciones macabras que no son para nada normales y que sólo pueden ser producto de esa enfermedad, pero para estar seguros, seguiré examinándola.

Roberto: Ok. Gracias por venir.

Psiquiatra: Le dejaré con la sirvienta una receta de medicamentos para ver si con ellos disminuyen las alucinaciones.

Roberto: Está bien.

INT. / HOSPITAL SALVATIERRA, CONSULTORIO DE ALBERTO / DÍA

Don Octavio se encuentra terminando una plática con Alberto. 



Don Octavio: Fue heroico de tu parte que le donaras tu médula a ese niño. Pero más sorprendente que fueras compatible con él. Fue un auténtico milagro.

Alberto: Exactamente Dr. Octavio. Yo no podía creerlo cuando leí el resultado de los análisis, que justo yo resultara compatible de entre tantas personas. 

Don Octavio: Bueno, vine a darte la bienvenida de nuevo al hospital y a felicitarte por tu trabajo. Créeme que mejor químico biólogo no pude haber contratado (Le sonríe, mientras se levanta al mismo tiempo de Alberto).

En ese momento, tocan la puerta. 

Alberto: Adelante.

Sara entra al consultorio, pero no ve el rostro de Alberto puesto que don Octavio lo cubre.



Sara: Don Octavio. Qué sorpresa, no me esperaba encontrarlo aquí.

Don Octavio: Sí, vine a darle la bienvenida a nuestro químico biólogo, pero sobretodo a felicitarlo por lo que hizo por el hijo de don Eduardo.

Sara: Por esa razón vengo, para darle las gracias y para conocerlo porque no había tenido oportunidad de hablar con él antes.

Don Octavio: Pues bien, entonces aprovecho el momento para presentarte con él.

Don Octavio se hace a un lado. 



Sara y Alberto se miran e inmediatamente se reconocen, a pesar de los años. Los dos no pueden evitar consternarse y una mezcla de sentimientos los invade por ese casual e inesperado reencuentro.

Don Octavio: Ing. Químico Arismendi, te presento a Sara, mi nuera. Es pediatra del hospital…

CONTINUARÁ…

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