Monday, April 27, 2015

Capítulo 1: ¡Sarita descubre el plan de Aurora!

CIUDAD DE MÉXICO, 2008

INT. / MANSIÓN ARISMENDI, HABITACIÓN DE ALMA / DÍA


Alma se encuentra recostada en su cama, tosiendo con severidad. Se ve notablemente demacrada. Junto a su lado, su hija adolescente Sara, está sentada, tomándola de las manos y mirándola muy preocupada. Ella tiene el uniforme colegial puesto.



Sara (solloza): Mamita, me siento impotente. Quisiera poder hacer algo, pero no sé qué. Cada día te pones peor y me duele muchísimo verte así, tan enferma. Ya ni siquiera queda la sombra de la mujer que eras antes por culpa de ese cáncer.

Alma: ¡Ay, mi niña! (Tosiendo). Este es mi desdichado destino. Las cosas pasan por algo, si así lo quiere Dios, nadie podrá interferir en su voluntad. Ten fuerza hija. Si algo bueno quieres hacer por mí, estudia mucho, sal adelante, sé esa niña buena que siempre has sido (Le acaricia el rostro).

Sara: Te quiero mucho mamá (La besa en la mejilla con lágrimas).

Alma: Yo igual Sarita. Ahora vete para el colegio, no quiero que llegues tarde hija.

Sara: Sí mamá. Ya me voy. 

La jovencita se levanta de la cama, sonriéndole a su madre y luego se limpia las lágrimas. En pocos segundos sale del cuarto. Entretanto, en la misma mansión, pero en el comedor, se encuentra Aurora desayunando junto a sus dos hijos gemelos Alberto y Roberto. Éste último frunce el ceño, siendo caracterizado por ese gesto, al contrario de Alberto que sonríe más noble. 



Alberto: ¿Y cómo sigue la tía Alma, mamá? ¿Ya está mejor?

Aurora: Por desgracia no hijo. Cada vez está peor la pobre. Ese cáncer de pulmón la está consumiendo poco a poco (Finge pena). Es duro tener que aceptar que no le queda mucho tiempo, pero bueno…

Roberto: La verdad es que a mí no me interesa lo que pueda pasar con ella. Lo que sí me importa es lo que pasará con nosotros cuando se muera. Lo más seguro es que le heredará todo a la negrita esa y tendremos que salir echados de aquí.

Aurora: Por eso no te preocupes Roberto. Tú tranquilo. Yo no pienso permitir que la negra inmunda nos vaya a despojar de lo que por derecho nos pertenece.

Alberto (indignado): ¿Podrían dejar de hablar mal de Sara? ¿Se dan cuenta de la manera tan cruel con la que la tratan? Ella es un ser humano, como todos nosotros. ¿Qué tiene de espantoso?

Aurora (recia): ¿Y todavía lo preguntas Alberto? ¡Es una negra miserable que no merece compasión! (Hablando con mucho desprecio). Ella es un pecado andante, un pecado que Alma dio a luz. No la soporto. ¡Me da un asco tremendo! Y no merece ni un solo centavo de la herencia de mi hermana.

Alberto: ¡Mamá! ¡Basta ya! (Se levanta ofendido) Si vas a hablar mal de Sara, no lo hagas delante de mí, porque me molesta mucho que puedas llegar a ser tan racista. 

Roberto: ¿Y tú por qué la defiendas? ¿No será que te gusta? ¿Eso es? ¿Te gusta Sarita? (Burlándose).

Alberto: Lo mejor es que me retire, se me quitó el apetito (Mira indignado a su madre y hermano).

Alberto se retira muy molesto del comedor, ante las palabras discriminatorias con las que ellos se refieren a Sara. Mientras se dirige a su cuarto, se encuentra con la muchacha.

Alberto: Sara… Hola  (Le sonríe). ¿Cómo estás? Te noto triste.

Sara (tímida): Hola Alberto. Sí, estoy triste. ¿Cómo no estarlo con el estado de salud que tiene mi mamá? Hoy amaneció peor, se ve irreconocible (con la voz quebrantada). Me duele mucho tener que ver como la pierdo cada día, como me la arrebata esa enfermedad. Yo no quiero que me deje.

Alberto (conmovido): Tienes que ser fuerte. Me pongo en tu lugar y no debe ser para nada fácil, pero debes salir adelante para que ella se sienta orgullosa de ti hasta el último de sus días, ¿no crees?

Sara: (asentando con la cabeza) Sí, tienes razón. Yo no quiero causarle ningún disgusto, ni ninguna preocupación, para que tan siquiera pase los días de vida que le quedan en paz. Tengo que ir para el colegio. Más tarde nos vemos.

Sara se va a ir, pero Alberto la detiene.

Alberto: ¡Espera, Sara! (La toma de un brazo). ¿Te molestaría si te acompaño al colegio? Hoy no tengo clase en la universidad, así que me gustaría que pudiéramos hablar (Le sonríe con ternura).

En ese momento, se escuchan los gritos de Aurora, que viene hacia ellos. Sarita se aturde.

Aurora: ¡Alberto! ¡Alberto, ven aquí! ¡Tenemos que hablar!

Sara (apurada): Me tengo que ir Alberto. Luego hablamos.

Pero antes de que la muchacha pueda irse, Aurora aparece y mira fulminante a Sara quien se invade de miedo ante la presencia de su tía.

Alberto: ¿Qué quieres mamá? ¿Para qué me estás buscando? Ya te dije que no tengo apetito.

Aurora: Más bien las preguntas van para ti. ¿Qué haces hablando con esta niñita? (Furiosa). ¡Ya te he dicho que no me gusta que hables con ella!

Sara: Yo me tengo que ir. Llegaré tarde al colegio…

Aurora: ¡Tú no vas a ir a ningún lado muchacha! (La toma con brusquedad de un brazo). 

Sara: (aterrada) ¡Suélteme, por favor! ¡Me está haciendo daño!

Aurora: Te voy a enseñar que aquí no tienes los mismos derechos que mis hijos, negrita sucia. Entiende que eres un estorbo en esta casa.

Alberto: ¡Mamá, suéltala inmediatamente! La estás maltratando.

Aurora: (a Alberto) ¡Tú cállate! Le voy a dar una lección a esta niña de la que se acordará toda la vida, para que entienda el lugar que tiene de una buena vez.

Aurora lleva a Sara a la fuerza hasta el jardín de la mansión Arismendi. La muchacha le ruega muerta de miedo que la suelte. Alberto va tras ellas, tratando de evitar que su madre la golpee. Finalmente, llegan al jardín, donde Aurora toma del cabello a su sobrina, la obliga a inclinarse y restriega su rostro contra un charco de lodo. Alberto anonadado ante lo que ve, detiene a Aurora.

Alberto: (sujetando a su mamá) ¡Ya mamá! ¡Basta! ¡Ya no más! ¿Qué te pasa? ¡Suéltala!

Aurora suelta a su sobrina, siendo detenida por Alberto. Sara llora desconsolada ante tal humillación, con la cara embarrada de lodo.

Aurora: (riéndose) ¡Ese es el lugar al que perteneces niña! ¿Por qué mejor no te largas de esta casa y de nuestras vidas? Permite que mi hermana descanse en paz, alejada de ti. Es por tu culpa que ella está enferma, porque no soporta tener una hija negra, fruto de un pecado.

Sara: (llorando) ¿Por qué usted me odia tanto? Yo no elegí nacer de un color diferente. ¿Por qué?

Aurora: ¡Cállate malnacida! (Furiosa) ¡No me preguntes por qué! Limítate a saber que no eres más que un estorbo para este mundo. ¡Eres una inútil! ¡Date cuenta, escoria!

Alberto: Por favor mamá, suficiente. No te permito que sigas cometiendo una arbitrariedad de esta magnitud. Vámonos.

Alberto lleva a su madre a la fuerza al interior de la mansión. Ella no se queda sin protestar.

Aurora (histérica): ¡Suéltame Alberto! ¡Soy tu madre! ¡Suéltame!

Sara rompe a llorar, sintiéndose destrozada en su interior. Es cuando de repente, comienza a llover. En pocos instantes, el llanto de la chica se vuelve más fuerte e intenso, desahogándose de todo el dolor que la carcome.

INT. / APARTAMENTO DE CARLOS / DÍA

Carlos está sentado frente al computador portátil, usando lentes y tecleando con gran destreza un capítulo de su novela, mientras platica con Irma, su hermana menor, quien está de pie frente a él.



Carlos: (sin apartar la mirada del computador y de teclear) Ya te lo dije Irma. La culpa de lo que pasó no es mía. Fueron nuestros padres que no quisieron saber nada más de mí porque no me sometí al capricho que tenían de que estudiara medicina.

Irma: ¡Pero Carlos! Eso pasó hace años. Es justo que dejen atrás los rencores, los resentimientos. Tienes que asistir a esa cena, hermano. Ya verás como mamá y papá harán de cuenta que nunca pasó nada (sonríe).

Carlos deja de trabajar en el computador y mira a Irma.

Carlos: Tú me lo dices porque no estás en mi lugar. Ellos me trataron muy mal, me dieron la espalda. He tenido que sobrevivir por mi trabajo de escritor que ni siquiera es bien remunerado, ya lo sabes. Ir a esa cena sólo serviría para que su orgullo se agrandara. 

Irma: Carlos... 

Carlos: (la interrumpe) Perdóname, pero yo también tengo mi orgullo. Y es un “no” definitivo. No iré a esa cena.

Irma (molesta): Está bien, no te molesto más. Sólo quiero que pases más tiempo con papá, mamá y conmigo que somos tu familia, pero si tú no quieres, no puedo hacer nada. Hasta luego Carlos.

Irma toma su bolso que estaba sobre una mesa y sale molesta del apartamento. Carlos se quita las gafas y suspira frustrado. En eso, siente un intenso dolor en el pecho, más específicamente en el lado del corazón. Se lleva la mano allí y con prisa, saca un pequeño frasco de uno de los cajones del escritorio, lo destapa y se pone dos pastillas bajo la lengua. Luego recuesta su cabeza sobre el mismo escritorio.

Carlos: Siento que no me queda mucho tiempo. Quisiera perdonar, pero no puedo. Mis padres me despreciaron, no los puedo perdonar (Habla con odio).

INT. / MANSIÓN ARISMENDI, CUARTO DE SARA / NOCHE

Sarita está tomándose una ducha en el baño, sin embargo está quieta, sin movimiento alguno; sólo deja que el agua caiga sobre su cuerpo, para limpiarse del lodo. Tiene la mirada ida y se abraza así misma. De repente, tocan la puerta del cuarto. Ella reacciona y cierra el grifo.



Sara: (gritando) ¡Ya voy, un momento por favor!

Sara se pone una bata, sale del baño y antes de abrir la puerta, pregunta de quién se trata.

Sara (extrañada): ¿Quién es?



Alberto: (Hablando en voz baja) Sara, soy yo. Ábreme, necesito hablar contigo. Es urgente.

Sara accede a abrir algo temerosa, pero permita que Alberto entre al cuarto. Él cierra la puerta de nuevo para evitar que alguien pase y los vea hablando.

Sara: (con la voz quebrantada) ¿Qué es eso urgente que necesitas hablar conmigo Alberto?

Alberto: Tengo que pedirte perdón por lo que pasó esta mañana con mi mamá. Me siento muy mal por ti. Fui un cobarde, no fui lo suficientemente valiente para defenderte. Te pido que me disculpes.

Sara: Tú no me hiciste nada, no tengo por qué perdonarte ni disculparte. No te preocupes. El daño me lo hizo la tía Aurora. Ella fue quien me hizo sentir como si no valiera nada (rota de dolor).

Alberto: Ella podrá ser mi mamá, la quiero, pero no estoy de acuerdo en lo más mínimo con la manera en que te trata. Tú vales mucho Sarita. Eres una chica muy especial, por eso no tienes que hacerle caso a las palabras que te haya dicho ella.

Sara: Ella me hace sentir todo lo contrario. He llegado a pensar que la enfermedad de mi mamá es mi culpa, por ser de otro color, pero no tengo la culpa de ser así. Yo no elegí este color para mí (solloza).

Alberto conmovido ante eso, no duda en abrazar a su prima fuerte. Ella se deja rodear por los brazos de Alberto y no puede evitar soltar un par de lágrimas.

Alberto: Cuando tu mamá muera, te prometo que no te voy a dejar sola. Yo te voy a proteger, porque te quiero mucho. Te lo prometo.

Sara: Gracias Alberto.

Ellos se quedan fundidos en ese gesto afectivo. 

INT. / MANSIÓN ARISMENDI, CUARTO DE ALMA / NOCHE

Alma aprovecha que está a solas para sacar de uno de los cajones de su mesita de noches, una libreta que guarda bajo llave. Luego, saca de la libreta una fotografía a color, pero un poco desgastada. En esa fotografía se logra ver un hombre joven moreno y alto, vestido con un uniforme de mayordomo.



Alma (nostálgica): A pesar de todos los años que han pasado, todavía te tengo muy presente en mis recuerdos José (Le habla a la foto inanimada). Me pregunto dónde podrás estar. Cómo quisiera poderte ver por última vez antes de que vaya, decirte que Sarita es nuestra hija (Tose).

Y con la misma nostalgia, acaricia con sus dedos la foto.

INT. / MANSIÓN ARISMENDI, COMEDOR / NOCHE

Aurora y su otro hijo Roberto, están cenando. Aurora encabeza la mesa.



Roberto: ¿Mi hermano no bajará a cenar?

Aurora: No, está enojado conmigo por lo que pasó esta mañana con la negra de Sara. Por el momento no quiere tratos conmigo hasta que me “disculpe con ella” (Habla con burla).

Roberto (extrañado): ¿Y qué fue lo que pasó con Sara? ¿Qué le hiciste esta vez mamá? (sonríe).

Aurora (cínica): Yo no le hice nada hijo. La puse en su lugar. La llevé hasta un charco de lodo que había en el jardín y la arrojé allí. ¿Dime si es eso motivo para que Alberto se molestara conmigo?

Roberto: Ya sabes que siempre está defendiéndola a ella. Pero en esto se le pasa. Cambiando de tema, me intriga mucho saber cómo le harás para que la tía Alma nos deje algo de su herencia. Conmigo si puedes hablar en confianza.

Aurora: Contraté un abogado corrupto para que editara el testamento. Tal y como nos temíamos, Alma pensaba dejarle todo a la negra que tiene por hija, pero ya el abogado está trabajando para poner el testamento a nuestro favor para cuando Alma se muera. 

Roberto: Eres brillante mamá. La mujer más inteligente del mundo (le sonríe). Mi hermano debería agradecerte por todo en vez de molestarse contigo por culpa de nuestra “primita”.

Aurora: Yo sólo quiero el bien para ustedes dos que son mis hijos. Quiero que vivan bien, velo por su bienestar.

Ambos siguen cenando. Aurora corta la carne con mucha delicadeza, dando a demostrar la mujer refinada, de modismos y de buenos modales que es. 

INT. / MANSIÓN SALVATIERRA, COMEDOR / NOCHE

Por otra parte, la familia Salvatierra también está cenando. La mesa la encabeza don Octavio, a su lado derecho está su esposa Claudia y al lado izquierda, Irma.



Irma: Así como lo oyen. Carlos está recio a no asistir a la cena. Todavía les guarda resentimiento por lo que pasó hace años (Se lleva el pedazo de ensalada trinchada con el tenedor a la boca).

Octavio (malhumorado): Fue estúpido de tu parte ir a visitar a ese ingrato. Ni falta nos hace como para que hubieras tratado de convencerlo de asistir a la cena del aniversario de tu madre y mío.

Claudia: Yo pienso diferente. A mí si me gustaría que Carlos estuviera presente en nuestra cena de aniversario Octavio. Él es nuestro hijo. Llevamos más de tres años disgustados. Me duele esta situación.

Octavio: ¡Mujeres! Siempre tan sentimentalistas. Podrá ser nuestro hijo, pero fue un ingrato. Yo siempre soñé con verlo como el médico de la familia, para que me saliera queriendo ser un estúpido escritor.

Irma: Yo sólo pienso que esta enemistad no tiene sentido. Tanto ustedes como Carlos se disgustan por pequeñeces. El caso es que por más que le insistí, me dio un rotundo no y sólo fui porque tú me lo pediste mamá.

Octavio (sorprendido): ¿Entonces no fue Irma quien buscó a Carlos por voluntad propia, sino que fuiste tú Claudia que la mandaste? (molesto). ¿Pero en qué piensas mujer? ¡Es él quien debe buscarnos a nosotros, no nosotros a él!

Claudia (solloza): Yo sólo quiero que recuperemos a nuestra familia Octavio. Extraño mucho a Carlos y me he dado cuenta que fuimos muy injustos con él. No debimos cuestionar la profesión en que quería destacarse. 

Octavio: (a Claudia) Mejor no sigas defendiendo a ese muchacho. A este paso, vas a terminar quitándome el apetito y sobretodo, que me disguste contigo.

Claudia ante tales palabras decide quedarse en silencio, angustiada. 

INT. / MANSIÓN ARISMENDI, SALA / NOCHE

Alberto recibe a su amigo Andrés en la sala de la mansión. Los dos se chocan las manos.



Andrés (simpático): ¿Qué onda Alberto? Te noto desanimado. ¿Pasa algo?

Alberto: Nada importante. Más bien me molesté con mi mamá por algo que pasó esta mañana entre ella y mi prima. Pero en fin. ¿Y a qué debo el honor de tu visita? (Dice en tono de charla).

Andrés: Te vine a invitar a un reventón en mi casa. Mi mamá me dejó mientras está de viaje. En una hora empieza. ¿Qué me dices? ¿Te quieres venir conmigo?

Alberto (indeciso): No sé Andrés. Realmente ahora no tengo disposición para reventones o fiestas. Me va mal con el alcohol. Ya sabes. 

Andrés: ¿Pero cómo no vas a venir? ¡Vamos Alberto! Seguro que te diviertes y te pasas un buen rato, lejos de la pesada de tu mamá. Es más. Si quieres tráete a tu prima. Aprovecha que por estos días no estamos de clase en la universidad por el accidente del profesor. 

Alberto: Ahora que me lo dices, puede ser buena idea llevar a Sara. La pobrecita está pasando muchos problemas ahora; a lo mejor así se distrae un poco. 

Andrés: Pues no lo pienses más. Tráetela, así la conozco y veo qué tal está.

Alberto (celoso): No te hagas ilusiones. Ella no es como las demás. Ya le voy a proponer a ver qué me dice. Espera aquí.

Alberto sube al segundo piso por Sara.

INT. / CASA DE ANDRÉS / UNA HORA DESPUÉS

Una explosiva y animada fiesta está llevándose a cabo en la casa de Andrés, fiesta a la cual han asistido varios compañeros de la universidad. La mayoría de la casa está oscura, pero iluminada por lámparas de color neón. Varios de los jóvenes bailan alcoholizados. Sara también ha asistido, acompañada de su primo Alberto. La muchacha mira algo anonadada alrededor y está vestida de manera sencilla. 



Sara: (gritando por el alto volumen de la música) ¡Alberto, creo que lo mejor es que me vaya! ¡Este no es mi tipo de ambiente! ¡Lo siento!

Alberto: No Sara, no te vayas todavía. Ya que estamos aquí, quedémonos un rato corto. Te prometo que más tarde nos iremos. ¿Por qué mejor no disfrutas de la fiesta? Te hará bien. 

Sara (indecisa): Está bien.

Alberto se va con Andrés. Sara se queda sola y se sienta tímida en un sillón, mirando incómoda los exuberantes bailes de los demás, la manera tan descontrolada de beber licor de algunos y algunas parejas besarse apasionadamente. Entretanto, en la misma fiesta está presente Roberto, acompañado de algunos amigos, quiénes al parecer están drogados; Roberto no es la excepción. Éste se va a otro lado de la casa y es así como logra ver a Sara sola, por lo que se dirige hacia ella.



Roberto (extrañado): ¿Tú? ¿Qué estás haciendo aquí Sarita? (Se burla). ¿O tú no eres mi prima?

Sara: ¿Alberto? (Lo confunde) Claro que soy yo. Tú me invitaste a venir aquí. ¿Cómo no lo recuerdas? (Se levanta del sillón).

Roberto (fastidiado): ¡Claro que no estúpida! Yo soy Roberto. ¿Qué no te das cuenta? Él y yo somos diferentes en la forma de ser. Él es un idiota.

Sara trata de irse, pero Roberto la toma con brusquedad de un brazo. 

Roberto: ¿A dónde vas? ¡Quédate aquí conmigo! ¿Sabes que ahora me pareces más guapa?

Sara mira asustada a su primo. Por otra parte, Irma también está presente en la fiesta. Bebe alcohol de una copa y se acerca a Andrés y a Alberto, sonriendo.



Irma: ¡Hola chicos! Hola Alberto. Qué bueno verte. Un milagro que estés aquí. Tú no asistes mucho a este tipo de fiestas.

Alberto: Quise hacer una excepción por hoy Irma. Vine más que todo por Sara, mi prima que necesita distracción, que por cierto no debí dejar sola.

Irma: (seduciéndolo) Déjala, a lo mejor está entretenida con algún chavo. Tú no te amargues por nadie, mejor disfruta (Intenta besarlo, pero Alberto le aparta el rostro).

Alberto (incómodo): Gracias Irma, pero no pienso quedarme toda la noche. Y con tu permiso, me iré a buscar a Sara.

Andrés: ¡Espera hermano! Ya no seas amargado. Irma tiene razón. Entretente, baila. Es más. Te voy a servir algo para que calientes…

Andrés toma una botella de alcohol, sirve en un vaso y luego saca una bolsita transparente que contiene un polvo blanco, el cual vierte en la bebida sin que Alberto se percate. Irma logra darse cuenta, pero no dice nada.

Andrés: (entregándole el vaso a Alberto) Ten. ¡Vamos, bebe!

Alberto, un poco indeciso, sólo se toma un sorbo. 

Irma: ¿Sabes algo Alberto? Tú siempre me has parecido un chico bastante atractivo (Le acaricia el rostro). ¿Por qué no me das una oportunidad?

Alberto: Mira Irma, ahora no es momento de hablar de eso. Iré a buscar a mi prima, no quiero que se aburra y tome la decisión de irse sola para la casa. Luego hablamos.

Alberto se aparta de Irma, pone el vaso sobre una mesa y se va en busca de Sarita. La joven frunce el ceño muy molesta. Andrés se burla de ella.

Irma: ¡Imbécil! ¡Lo detesto, pero a la vez me muero por él!

Andrés: Ya Irma, cálmate. Tienes que estar calmada si quieres que Alberto se fije en ti. 

Irma: Vi que le echaste algo a la bebida. ¿Qué era? ¿Droga?

Andrés: ¿Me viste? Pues sí, pero no te preocupes. No es de las fuertes, sólo le va a alterar un poquito el comportamiento, pero no será gran cosa. Lo va a volver más mansito, más manejable. Deberías aprovechar.

Irma enarca una ceja, pensativa. En la misma fiesta, Roberto sigue sin soltar a Sarita.



Sara (asustada): ¡Suéltame Roberto! Yo mejor me voy para mi casa. Nada tengo que estar haciendo aquí, ni siquiera sé por qué acepté venir con Alberto.

Roberto (recio): ¿Qué no entiendes? ¡Te vas a quedar conmigo! Dame un besito, anda. Quiero saber que se siente besar a una negra.

Roberto comienza a intentar besar a Sara, pero ésta se vuelve el rostro e intenta soltarse de él.

Sara: ¡No, suéltame! ¡Me das asco! ¡Suéltame!

Roberto pierde la paciencia, suelta a Sara, pero la abofetea. Por el impacto del golpe, la muchacha cae sobre el sillón aterrada y adolorida.

Roberto: Yo tengo algo con lo que te pondrás más dócil Sarita. Tú no me vas a rechazar, a mí nadie me rechaza estúpida. ¡Entiende eso! (Furioso)

Roberto saca una inyección del bolsillo de su jean, misma que él utiliza para drogarse. Luego toma un brazo de Sara y le inyecta la droga líquida. Sara aunque trata de negarse, recibe la inyección a la fuerza; acto seguido, aruña a Roberto en la cara y sale corriendo, pero poco a poco comienza a sentirse mareada y su visión se altera a tal punto que se vuelve borrosa.

Sara: (apoyándose en una pared) ¡Dios mío! ¿Qué me pasa? ¿Qué me hizo Roberto? 

La muchacha se derrumba en el piso, en medio del alto volumen de la música y el éxtasis de la gente mientras baila. Finalmente, pierde el conocimiento.

INT. / CASA DE ANDRÉS, CUARTO / AL DÍA SIGUIENTE

Ya ha amanecido. La luz del sol entra a través de las cortinas de una ventana a una habitación. En la cama reposa Sarita, desnuda, pero cubierta por las sábanas. Ella se despierta, sintiendo la cabeza embotada.



Sara (consternada): ¿Dónde estoy? (Se acomoda en la cama). ¿Qué es esto? (Se lleva una mano a la cabeza, pues tiene resaca).

En ese momento, Sara tiene confusos recuerdos de lo sucedido la noche anterior, pero dichos recuerdos pasan muy rápido por su mente. En esos recuerdos se ve ella besarse con un hombre. También bailar e inclusive, tener relaciones íntimas con el mismo hombre.

Sara (abrumada): ¿Qué está pasando? (Se percata que está desnuda). ¿Qué fue lo que hice anoche? ¿Qué me pasó? (Comienza a desesperarse). ¡Mi ropa! ¿Dónde está mi ropa?

Ella se levanta cubierta por la sábana de la cama. Mientras camina consternada, siguen llegando recuerdos a su mente. 

Sara: (llorando) ¡Ay por Dios! ¡Esto no pudo haber pasado (Desconsolada). ¿Qué hice anoche?

INT. / MANSIÓN ARISMENDI, CUARTO DE ROBERTO / DÍA

Aurora está discutiendo con Roberto. Éste último se muestra adolorido por la resaca de la fiesta de anoche.



Roberto: ¡Ya no más mamá! ¡Deja de regañarme! Tengo la suficiente edad para hacer lo que quiera.

Aurora: ¡No me hables así! Podrás estar muy mayor, pero no dejas de vivir aquí. Esta es una casa decente. No puedes llegar borracho a la hora que se te dé la gana. ¿Pero qué pensaste? Los vecinos pudieron haberte visto. ¿Qué pueden pensar ellos? ¿Dónde queda mi reputación?

Roberto: ¡Por favor! ¿Será posible que me te vayas de mi cuarto y me dejes descansar? ¡Me estás hartando con tu gritería!

En ese momento, irrumpe Panchita, la sirvienta de la familia. 



Panchita: Disculpe señora Aurora. Viene buscándola un licenciado. Dice que tiene que hablar con usted un asunto delicado.

Aurora: (a Roberto) Más tarde seguiremos hablando de esto mismo, te guste o no. No pienso permitir que mis hijos se vuelvan unos perdidos que para colmo dejen mi imagen como madre por el piso.

Aurora se retira de la habitación junto con Panchita y llega a la sala donde la espera un hombre vestido de traje, sosteniendo un maletín. Es el abogado corrupto que ella contrató para editar el testamento de Alma.

Aurora: (sonriendo) Licenciado, qué bueno verlo.

Licenciado: El gusto es mío, señora Arismendi. Vine en cuanto pude para hablar de lo que ya sabemos. Ya le terminé el trabajo.

Aurora: ¡Qué excelente noticia! Por favor pasemos al despacho. Allí estaremos más cómodos y podremos hablar con más privacidad. Siga.

Entretanto, Sarita llega a la mansión, caminando a pasos lentos. Tiene la mirada ida, pensativa por todo lo sucedido. Sus ojos están rojos después de tanto llorar. La muchacha entra, mientras se dirige al segundo piso, pasa por el despacho y se detiene para escuchar la conversación que tiene Aurora con el licenciado.



Licenciado: (entregándole una carpeta a Aurora) Mire señora. Es el testamento de su hermana Alma, modificado tal y como me lo pidió.

Aurora: (recibiendo la carpeta) Muchísimas gracias Licenciado. Es usted muy eficiente (Revisa el contenido de la carpeta). Entonces cuando mi hermana se muera, todas sus propiedades, bienes y dinero pasarán a ser únicamente míos, ¿no es así?

Licenciado: Así es. En la lectura, se le hará entrega oficial de toda la herencia de su hermana. Ni un solo centavo será para su sobrina…

Sara se queda impávida ante lo que escucha.

CONTINUARÁ…

Escrito por Aleja Soto

No comments:

Post a Comment